sábado, 24 de enero de 2015

Unidad II: La revolución de independencia.



1. Causas internas y externas del proceso de independencia.
Tanto testigos de la época (entre otros, el sabio alemán Alejandro de Humboldt) como historiadores actuales han subrayado repetidamente la amplia desigualdad e injusticia social que prevalecía en la Nueva España, no solamente por los niveles de riqueza, sino también por el racismo y los prejuicios de todo tipo que consagraban la dominación de la “minoría blanca” sobre la amplia mayoría de la población. Una pequeña élite de criollos y peninsulares concentraban la riqueza agrícola, ganadera, minera y comercial del reino, relegando a otros criollos y mestizos a una modesta subsistencia. La gran población de mestizos, castas e indios subsistía pobremente en los tiempos de prosperidad, al grado que podía morir de hambre en los años de depresión agrícola.
Por lo demás, el crecimiento económico general que se observó durante casi todo el siglo no mitigó la desigualdad, sino que motivó nuevos conflictos. La pobreza y miseria de las mayorías eran tanto más irritantes cuanto más se observaba la opulencia y derroche de una minoría privilegiada. Las oportunidades de educación y mejoría social prácticamente no existían para los que no eran considerados blancos. Aún entre éstos, eran muy pocos los que podían aspirar a formar parte de las élites que concentraban la riqueza, el prestigio social y la influencia política.
A principios del siglo XIX los conflictos internos y externos de la Nueva España hicieron crisis. Ante los grandes gastos de sus campañas militares en Europa, el gobierno español recurrió a diversos decretos para aumentar las contribuciones económicas de su colonia, lo que exasperó los ánimos de la población. Hubo en especial una medida fiscal que irritó a la mayoría de los súbditos de la Nueva España. En 1804 el gobierno español emitió la Real Cédula de Consolidación de Vales Reales. En ésta se ordenaba que todos los capitales prestados por la Iglesia a los particulares debían cobrarse obligatoriamente y entregarse a la Corona española. Ésta los reconocería como un préstamo forzoso  a través de unos “vales reales” prometiendo pagarlos con intereses.
En Nueva España gran cantidad de terratenientes grandes y chicos tenían hipotecas pendientes ante la Iglesia. Durante cinco años se vieron obligados a  arruinarse o abaratar sus propiedades para pagar a la Iglesia y de este modo financiar al Estado español. Existían fuertes sospechas de corrupción en contra del virrey José de Iturrigaray, de quien se rumoraba que había aprovechado tramposamente la Real Cédula para enriquecerse.
En el aspecto  ideológico, intelectuales de la Iglesia y de la Real y Pontificia Universidad, como Francisco Suárez y Francisco Xavier Alegre difundían un nuevo pensamiento político. Afirmaban que Dios había dado a los reyes la misión de gobernar en beneficio del pueblo. Si no cumplían con este encargo, el pueblo podía reclamarles y sí por alguna razón llegara a faltar el rey o su sucesor legítimo, el pueblo podía organizarse para asumir la soberanía, al menos mientras se recuperaba la monarquía.

2. La invasión de Napoleón a España y su impacto en la Colonia.
Entre tanto, la invasión de los franceses en España en 1808, acabó con los reyes legítimos, al hacer renunciar tanto a Carlos IV como a su hijo Fernando VII. Napoleón Bonaparte impuso como rey a su hermano José. El pueblo español se levantó en armas contra el invasor, y se organizó en juntas para improvisar gobiernos locales que sostuvieran la lucha. En América surgieron también numerosas juntas y conspiraciones, con el propósito de liberarse del dominio colonial.
La agitación política cundió en Nueva España. Muchos criollos consideraron que se daba la condición que los autores como Suárez o Alegre consideraban para que el pueblo asumiera la soberanía: la ausencia de un soberano o sucesor legítimo.  En el ayuntamiento de la ciudad de México surgió un grupo, encabezado por Melchor de Talamantes, Francisco Azcárate y Francisco Primo de Verdad, que propuso al propio virrey Iturrigaray que organizara un gobierno autónomo, al menos mientras el pueblo español luchaba contra el invasor francés. El virrey simpatizaba con ese planteamiento, que le permitiría ejercer el poder sin sujetarse ya a ninguna autoridad española
Los integrantes de la Real Audiencia, así como la Inquisición católica, rechazaron absolutamente la propuesta de los criollos. Las gestiones para formar un gobierno autónomo fueron descubiertas por hacendados y comerciantes que odiaban a Iturrigaray. En septiembre de 1808, estos criollos, con el terrateniente Gabriel de Yermo como líder aparente, hicieron que las tropas virreinales apresaran a los conspiradores y a Iturrigaray para enviarlos a España. Enseguida entregaron el puesto de virrey al anciano militar Pedro de Garibay. Este golpe de estado eliminó toda posibilidad de lograr la independencia de manera pacífica.
Entonces comenzó un periodo de depresión agrícola. Las malas cosechas de 1809-1810 provocaron la elevación de los precios, la carestía y el hambre. Surgieron conspiraciones en las que, tanto criollos como mestizos analizaban la situación crítica de la Nueva España y planeaban cambios políticos. Los conspiradores de Valladolid, hoy Morelia, fueron descubiertos y encarcelados por las autoridades virreinales en diciembre de 1809.
En Querétaro, Miguel Hidalgo, sacerdote del “bajo clero” de gran inteligencia y cultura, formó una junta secreta con oficiales del ejército, como Ignacio Allende y funcionarios menores del gobierno. En esta junta se discutía la posibilidad de llamar al pueblo a las armas para derrocar al virrey y organizar un gobierno autónomo. La conspiración fue denunciada a mediados de septiembre de 1810, así que Hidalgo y los suyos tuvieron que apresurar el levantamiento.

3. Insurgencia militar y política de 1810-1815.
Revolución de Miguel Hidalgo
Los conspiradores de Querétaro habían discutido la posibilidad de llamar al pueblo a luchar por la independencia, o simplemente en defensa de la religión y contra la injusticia. Hidalgo defendía la idea de la plena independencia, pero el corregidor de Querétaro Miguel Domínguez y otros conspiradores argumentaban que el pueblo no comprendería ni defendería ese postulado. Entre tanto, la conspiración fue denunciada a las autoridades antes de que sus planes estuvieran listos, hecho que precipitó el levantamiento.
En la célebre madrugada del 16 de septiembre, Hidalgo convocó al pueblo de Dolores, en la intendencia de Guanajuato, a luchar en defensa de la religión, contra el mal gobierno y los “gachupines” (españoles ricos). En pocas semanas, la rebelión cundió masivamente por toda la región de Bajío, donde, tanto las malas cosechas como el hambre habían enardecido a las mayorías. La lucha fue desde el principio, la del pueblo miserable y discriminado contra los ricos hacendados y comerciantes, que inmediatamente se aliaron con el gobierno virreinal. Hidalgo no tuvo tiempo o recursos para armar ni disciplinar adecuadamente a sus fuerzas, que llegaron a sobrepasar los ochenta mil hombres.
Los insurgentes tuvieron algunas victorias iniciales, sobre todo la conquista de la ciudad de Guanajuato. Avanzaron hacia la capital del virreinato, venciendo a las tropas realistas en Monte de las Cruces. Empero, no pudieron controlar el Valle de México y se abstuvieron de atacar la ciudad. Según parece, tanto el gobierno como  los criollos acaudalados habían realizado una eficaz propaganda contra los insurgentes, atemorizando a la población del valle para que no se les uniera. Las tropas del brigadier Félix Ma. Calleja, mucho menores en número, vencieron a las de Hidalgo en Aculco, hoy al norte del Estado de México y dispersaron a los rebeldes.
En noviembre de 1810, Hidalgo intentó establecer un gobierno en Guadalajara. Promulgó decretos para abolir el sistema discriminatorio de castas, los tributos y la esclavitud. También suprimió los estancos del tabaco y el vino, al tiempo que reducía los impuestos al comercio. Durante un tiempo, las ideas independentistas se difundieron a través del periódico El despertador americano. También se propuso la organización de un congreso independentista, que no llegó a realizarse.
Calleja intensificó la persecución. En enero de 1811, tras la batalla de Puente de Calderón, expulsó a los insurgentes de Guadalajara. Hidalgo fue despojado del mando militar de la revolución para confiarlo al soldado profesional, Allende.  Sin embargo, la posición de los insurgentes siguió empeorando. Desesperados, decidieron buscar nuevos territorios y la ayuda de los Estados Unidos de América, que en aquellos tiempos era la única nación libre con posibilidad de apoyarlos. Ya en plena retirada hacia el norte, Hidalgo y los suyos  fueron capturados en Chihuahua. Se les juzgó y ejecutó entre junio y julio de 1811.
Sin embargo, el descontento popular era tan grande que la muerte de estos primeros jefes no acabó con la insurgencia. Ya existían nuevos núcleos rebeldes en el norte (en Tejas, Tamaulipas y Nuevo León), en el Bajío y en las costas del sur. Ignacio López Rayón trató de reagrupar la rebelión. Formó la Junta de Zitácuaro (hoy en el estado de Michoacán) y volvió a editar el periódico independentista desde Sultepec. Calleja acudió de nuevo en defensa del virreinato: tomó Zitácuaro y persiguió a López Rayón. La insurrección proseguía, aunque dispersa en núcleos aislados.

El movimiento de José María Morelos
Hidalgo había encargado a  José María Morelos, sacerdote del bajo clero como él, la misión de apoderarse de Acapulco. Sin tener entrenamiento como jefe militar o político, Morelos reveló sorprendentes cualidades. Comenzó por organizar y preparar cuidadosamente a hombres bien seleccionados que, pese a su inferioridad numérica, pudieran enfrentarse con éxito a los soldados profesionales del virreinato. Evitó tanto los saqueos como los abusos que dieron mala fama a las multitudes de Hidalgo. Atrajo a la causa insurgente a algunos rancheros, como los hermanos Galeana, los Bravo, y Vicente Guerrero.
Morelos realizó cinco campañas militares. En las cuatro primeras obtuvo numerosas victorias. Se apoderó de ciudades como Chilpancingo, Tehuacán y Oaxaca, así como del puerto de Acapulco. Resistió exitosamente el sitio del temible brigadier Calleja en Cuautla entre abril y mayo de 1812. Llegó a controlar una amplia región del sur del virreinato, que obedeció a su gobierno durante meses y años. Logró convocar y reunir al congreso que había propuesto Hidalgo con representantes de la zona dominada por él.
Ante el  Congreso de Chilpancingo Morelos, presentó en septiembre de 1813 un documento titulado “Sentimientos de la Nación”, que resumía  los ideales de su lucha. Entre sus postulados destacan:
- “...la América es libre e independiente de España y de toda otra Nación, Gobierno o Monarquía...”
- “Que la Religión Católica sea la única, sin tolerancia de otra”
- “La soberanía dimana inmediatamente del pueblo, que sólo quiere depositarla en sus representantes dividiendo los poderes de ella en Legislativo, Ejecutivo y Judiciario...”
- “La patria no será del todo libre y nuestra, mientras no se reforme el gobierno, abatiendo el tiránico, sustituyéndolo por el liberal...”
- “Como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderando la opulencia y la indigencia...”
- “Que la esclavitud se proscriba para siempre, y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un americano de otro, el vicio y la virtud.”
- “Que se quite la infinidad de tributos, pechos e imposiciones que más agobian, y se señale a cada individuo un cinco por ciento en sus ganancias, u otra carga igual ligera, que no oprima tanto, como la alcabala, el estanco, el tributo y otras, pues con esta corta contribución, y la buena administración de los bienes confiscados al enemigo, podrá  llevarse el peso de la guerra.”
            Los “Sentimientos de la Nación” fueron las bases con que el congreso elaboró el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, o “Constitución de Apatzingán” en octubre de 1814; la primera que intentó establecer el pueblo mexicano. Fue elaborada por Andrés Quintana Roo, el Dr. Coss, Carlos María de Bustamante y José María  Liceaga entre otros.
Entretanto, Félix Mª Calleja fue ascendido a virrey de la Nueva España y organizó con gran acierto la persecución de Morelos y el Congreso de Chilpancingo. En diciembre de 1813 y enero de 1814, Morelos sufrió gravísimas derrotas cerca de Valladolid, hoy Morelia. Fue perseguido afanosamente por los realistas. Al fin, se le capturó en noviembre de 1815, juzgándolo y ejecutándolo en diciembre del mismo año.



4. La guerrilla insurgente.
La muerte de Morelos señala el fracaso culminante de la rebelión popular independentista. El gobierno virreinal y la oligarquía se habían ganado a buena parte de la población. De los ochenta mil hombres que llegó a tener el ejército realista, apenas uno de cada diez era español. En 1816, el enérgico y represivo virrey Calleja fue relevado de su cargo para entregarlo a Juan Ruiz de Apodaca, quien puso en práctica una política de clemencia destinada a convencer a todos los novohispanos de dejar atrás la guerra. Así, se ofreció el indulto o perdón a los insurgentes que aceptaran desarmarse y comprometerse a no volver a combatir al gobierno virreinal. De ese modo logró debilitar a quienes se mantenían en la lucha independentista.
Después de la ejecución de Morelos, algunos guerrilleros aislados sostuvieron la lucha: en especial Vicente Guerrero, que se había iniciado como insurgente en las filas de Morelos. Tras la muerte éste, Guerrero logró salvar una parte de sus tropas, y con algunos cientos de hombres se mantuvo en pie de guerra en las montañas de la Sierra Madre del Sur. Varias veces intentó convencer a jefes realistas para que se pasaran al bando insurgente, pero no tuvo éxito.
Manuel Félix Fernández (llamado Guadalupe Victoria), otro de los antiguos capitanes a las órdenes de Morelos, se dirigió a la intendencia de Veracruz, en cuyas zonas selváticas logró sustraerse a la persecución de los realistas. Sin embargo, terminó por quedarse prácticamente solo y sin posibilidades de reorganizar su movimiento. El guerrillero español Francisco Xavier Mina, que había luchado contra la invasión francesa en la Península Ibérica, caído prisionero y luego de su liberación migró a Inglaterra, fue animado por el novohispano Fray Servando Teresa de Mier de que podía continuar su lucha libertaria en Iberoamérica.
Mina logró reunir unos cuatrocientos voluntarios, con los que desembarcó en las costas del actual estado de Tamaulipas en abril de 1817. Ganó varios combates y logró internarse hasta la intendencia de Guanajuato, donde se reunió con el jefe insurgente Pedro Moreno. El virrey envió hasta cuatro mil hombres a combatirlos, logrando por fin abatir en combate a Moreno, mientras que se capturaba, juzgaba y ejecutaba a Mina en diciembre de 1817. Así, en los años posteriores la insurgencia estaba ya a punto de extinguirse totalmente.
         En el Mapa 6 se pueden apreciar las principales campañas de los caudillos independentistas.


Mapa 6


5. La consumación de la independencia.
Hacia 1820 el gobierno virreinal parecía haber controlado por fin la rebelión independentista. Sólo Guerrero y sus hombres mantenían viva la lucha. Se habían refugiado en la Sierra Madre del Sur, donde las tropas virreinales habían fracasado una y otra vez en sus intentos de eliminarlos. Sin embargo, no se veía ni creía que los guerrilleros tuvieran oportunidad de lograr por sí mismos la independencia. Entonces sobrevino una rebelión en España. El rey Fernando VII fue obligado por su pueblo a restablecer la constitución liberal de Cádiz, que había sido dictada en 1812. La noticia causó una gran conmoción en Nueva España.
Los funcionarios del gobierno creían que las libertades civiles consagradas por la Constitución ayudarían a los independentistas. Tanto las clases privilegiadas como la iglesia católica temían perder las ventajas legales y políticas que les ayudaban a conservar sus riquezas. En cambio, mucha gente de las “clases medias” (profesionistas, pequeños comerciantes, rancheros), no solamente deseaba las libertades constitucionales, sino los plenos derechos de todo súbdito español. En un sólo punto coincidía la gran parte de la población: lo conveniente era separarse de la metrópoli española y de  su inestabilidad política.
Hacendados, comerciantes acaudalados y clérigos de la Ciudad de México organizaron la conspiración de la Profesa, (1820-1821) que buscó la forma de establecer un gobierno autónomo. Eligieron como jefe militar a Agustín de Iturbide, un oficial de las tropas virreinales tan capaz como sanguinario en la lucha contra los insurgentes. Iturbide consiguió el mando de las tropas que combatían a Guerrero. Éste, por su parte, había intentado convencer a oficiales virreinales para que se unieran a la insurgencia. Después de algunos combates, ambos se dieron cuenta de que era mejor llegar a un arreglo.
Iturbide aceptó la incorporación de las fuerzas insurgentes y en febrero de 1821 proclamó el Plan de Iguala o de las tres garantías (religión católica, unión e independencia nacional):
-          prometía la defensa de los privilegios de las clases dominantes.
-          proponía el establecimiento de una nueva monarquía, moderada por un congreso nacional
-          ofrecería  inicialmente el trono, a Fernando VII de España o a algún príncipe de su familia.
El Plan era un documento ambiguo que alentaba alguna promesa en todos aquellos que tuvieran algún motivo de descontento contra el gobierno español. Tanto el ejército virreinal como la iglesia católica y casi toda la población novohispana lo aceptaron con entusiasmo. Al llegar a nuestras costas Juan O’Donojú, el último jefe político designado por el rey, entendió que no tenía manera de oponerse a la independencia. En los Tratados de Córdoba, Iturbide y O’Donojú acordaron la independencia sobre las bases propuestas en Iguala. El ejército trigarante entró en la ciudad de México en septiembre de 1821 y la guerra de independencia terminó, pero tanto los problemas sociales como políticos subsistieron.


Registro-SEP-INDAUTOR    03-2015-01-2310480300-01
 
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