1. Los primeros intentos de organización y el Imperio de Iturbide:
1821-1823.
Al iniciar su vida independiente, México
tenía unos seis millones de habitantes, ampliamente dispersos en un territorio
de más de cuatro millones de kilómetros cuadrados. Los conflictos sociales y la
mala situación económica hicieron extraordinariamente difícil la existencia de
un régimen político firme y estable en el país.
La
guerra de independencia había dejado tanto resentimientos como desconfianzas
que sólo se habían pospuesto momentáneamente para lograr la separación ante
España. Los jefes militares habían tenido poder y oportunidades de enriquecerse
durante la lucha. Cada jefe se creía un caudillo con experiencia y derecho para
gobernar su región o el país entero. Ni en el aspecto económico ni en el
cultural estaba bien cimentada la unidad nacional.
Las
grandes potencias europeas ambicionaban territorios o beneficios económicos de
un país que, como México, tenía fama de contar con grandes recursos naturales.
La Gran Bretaña que era la potencia dominante en aquél entonces, concedió
préstamos que debían servir para facilitar el funcionamiento del nuevo gobierno
independiente, pero tenía igualmente la aspiración de fortalecer su presencia
comercial en nuestro país. Al no poder pagar oportunamente los créditos
contratados con los bancos británicos, éstos se convirtieron en un problema que
debilitó a los sucesivos gobiernos mexicanos durante décadas. Francia
ambicionaba controlar algunas de las presuntas fuentes de materias primas,
sobre todo minerales, que supuestamente existían en México. Los Estados Unidos
eran todavía un país pequeño, pero con una gran expansión económica,
demográfica y territorial que muy pronto les llevó a chocar con los intereses
de México.
Al
terminar la guerra de independencia surgió una Junta Provisional Gubernativa,
la cual convocó a elecciones para formar un Congreso Constituyente, y mientras
éste decidía la forma de gobierno y sus detalles, nombró una Regencia, dominada
por el caudillo Iturbide. Aprovechando el prestigio ganado como libertador,
Iturbide influyó para que se adoptara la monarquía. Se hizo nombrar Emperador
de México, con el título de Agustín I, en julio de 1822. Resultó un gobernante
muy conflictivo, teniendo desacuerdos y malentendidos constantes con el
Congreso. Iturbide inició el endeudamiento del país, enviando emisarios a
gestionar préstamos de los bancos ingleses, con los que pretendía pagar su
nuevo aparato burocrático y un ejército de aproximadamente 35 000 hombres.
Tratando
de afirmar su autoridad, Iturbide mandó disolver el Congreso, pero solamente
consiguió avivar el descontento en su contra. Algunos militares, como Vicente
Guerrero, Guadalupe Victoria y Antonio López de Santa Anna, se levantaron
contra el imperio, exigiendo la restauración del Congreso y la creación de una
república. En marzo de 1823 Iturbide tuvo que renunciar a su corona y salir del
país. Un nuevo Congreso decretó que no podía regresar a México. Cuando lo
intentó, en julio de 1824, fue rápidamente apresado, juzgado y ejecutado.
2. Congreso y Constitución de 1824.
Un nuevo congreso promulgó la Constitución
de 1824, en la que se adoptó el nombre de Estados Unidos Mexicanos, que hasta
la fecha conservamos. En ella se establecía como forma de gobierno la república
democrática y federal, con división de poderes entre el legislativo, el
ejecutivo y el judicial. La constitución no establecía ninguna de las garantías
o derechos individuales del liberalismo moderno. En cambio mantenía la
exclusividad de la religión católica, y en los hechos dejaba intactos tanto fueros
como privilegios de la minoría enriquecida y dominante. Ver Mapa 7.
Mapa 7
El
antiguo guerrillero al que llamaban Guadalupe Victoria, resultó electo como
primer presidente, para el período de 1824-1828. Recibió préstamos de bancos
ingleses hasta por 32 millones de pesos, mismos que le permitieron afrontar, no
sin ciertas dificultades, el pago de sus funcionarios, aparato burocrático y
fuerzas militares. Esta circunstancia, a su vez, permitió que pudiera completar
su periodo constitucional de cuatro años en el poder sin ser derrocado por
alguna rebelión o golpe militar: sería el único en lograrlo en más de tres
décadas que le siguieron.
Entre
las medidas ejecutadas por el presidente Victoria destaca la expulsión de los
españoles que aún residían en México, y a los que se consideraba peligrosos
debido a que la Corona española no había reconocido aún la independencia de sus
antiguas colonias americanas y de hecho estaba preparando planes de
reconquista. La expulsión perjudicó las relaciones de México con las potencias
europeas, y además debilitó seriamente la economía porque, al irse, se llevaron
capitales que se han calculado en más de 24 millones de pesos.
Vicente
Guerrero fue el segundo presidente, (1828-1829) en medio de grandes protestas,
por la forma en que arrebató el triunfo electoral a Manuel Gómez Pedraza.
Guerrero afrontó un débil intento de reconquista española en 1829. El general
Antonio López de Santa Anna triunfó sobre los españoles; a partir de entonces
se convirtió en el personaje central del desorden y la debilidad política de la
nación. Guerrero fue traicionado por su vicepresidente Anastasio Bustamante,
derrocado, perseguido, y finalmente fusilado en febrero de 1831. Sus sucesores
fueron derrocados uno tras otro sin dejar ninguna obra de gobierno duradera.
3. Los conflictos entre federalistas y centralistas y las dictaduras de
Santa Anna (1824-1853).
En los primeros años de vida independiente
no existieron partidos políticos organizados como los actuales, pero sí grupos
o bandos de políticos y militares. Las logias masónicas; asociaciones de
individuos unidos por una ideología y ciertos rituales religiosos comunes,
funcionaron como núcleos de aquellos bandos políticos. Cada grupo de éstos
compartía tanto principios básicos como un proyecto general del futuro que
querían para la nación. Por lo mismo, los integrantes del bando se ayudaban
entre sí en campañas electorales, labores legislativas o de gobierno,
levantamientos y contiendas armadas.
El
grupo de los conservadores estuvo integrado principalmente por hacendados y
comerciantes, el ejército profesional y la iglesia católica. Creían que México
debía conservar las tradiciones sociales, políticas y culturales de la Nueva
España. Originalmente, sus principales exponentes se reunieron en la logia
escocesa.
- Creían en el orden social favorable a
las clases privilegiadas.
- Deseaban que se mantuviera la
exclusividad de la religión católica, así como los fueros o ventajas legales de
la iglesia y el ejército.
- Querían un gobierno monárquico, o al
menos, fuertemente autoritario y centralizado.
- Su líder más brillante fue el abogado
Lucas Alamán.
El bando contrario, el de los liberales,
estuvo formado, sobre todo, por individuos de las “clases” o sectores medios;
profesionistas, pequeños comerciantes y rancheros. Se aglutinaron en torno de
la logia yorkina.
- Planteaban que México debía adoptar las
instituciones que estaban favoreciendo el progreso de los Estados Unidos.
-
Querían, por consecuencia, la igualdad legal y de oportunidades para
todos.
- Defendían las libertades individuales:
de conciencia, expresión y participación política.
- Postulaban que el gobierno debía
expresar la soberanía popular, y por lo mismo que debía constituirse como una
república democrática y federal.
De
acuerdo con los liberales, una condición indispensable para el progreso
económico del país era que todas las tierras fueran de propiedad privada, a fin
de que las adquirieran quienes pudieran y quisieran dedicarlas a la agricultura
o a otras labores productivas. Muchas de las tierras de la iglesia habían sido
dejadas sin cultivar, por ello se les llamaba “de manos muertas”. Los pueblos
de indios conservaban sus tradiciones y costumbres produciendo sólo lo
indispensable para su propio mantenimiento. Los liberales consideraban que sólo
cuando todas esas tierras se dedicaran a cultivos rentables podría superarse el
estancamiento de la economía. Los principales ideólogos de esta tendencia
fueron José María Luis Mora, Melchor Ocampo y Valentín Gómez Farías.
El
Gral. Santa Anna mostró un gran talento para organizar cuartelazos, con los que
alcanzó la presidencia en varias ocasiones, pero nunca supo conservarla. En
cambio, le impidió a Gómez Farías la implantación de la reforma liberal en
1833.
4.
Conflictos internacionales
Algunos políticos atribuían la
inestabilidad al sistema federal, en el había estados con leyes y gobierno
propios. En 1835-1836 un nuevo congreso estableció la república centralista, en
la que sólo había departamentos con gobiernos designados desde la ciudad de
México. Las dificultades crecieron. Tejas se levantó en armas y se separó de
México. En 1838 los franceses ocuparon Veracruz para reclamar por daños y perjuicios
sufridos en nuestro país. Yucatán proclamó la separación y vivió como república
independiente entre 1841 y 1844.
A
partir de que se firmó el Tratado de Velasco, el 14 de mayo de 1836, y Tejas se
separó de México para convertirse en república independiente, la relación entre
México y los Estados Unidos había empeorado progresivamente. Para nadie era un
secreto que los estadounidenses ansiaban expandir constantemente su territorio
para alcanzar las costas del Pacífico.
El
dinamismo de su economía agrícola e industrial, el crecimiento de su población,
engrosada continuamente por la inmigración europea, y la gran aceptación de la
doctrina del destino manifiesto, que
les motivaba a adueñarse de todo el continente si fuera posible, eran factores
de enorme fuerza que les impulsaban a buscar a todo trance la conquista de la
región norte de México. La presencia mexicana y anteriormente la novohispana en
la Alta California, Arizona y Nuevo México nunca había sido muy firme ni
cuantiosa, pero se había ido reduciendo en términos relativos desde los
primeros años de la vida independiente del país. Colonos de origen
estadounidense habían ingresado sin cesar en nuestro territorio, y en los años
cuarenta del siglo pasado superaban ya a los pobladores de origen mexicano en
proporción aproximada de diez a uno.
Por
otra parte, México se hallaba en una situación económica de relativo
estancamiento. El sentimiento nacionalista era débil, ya que prevalecían aún
los cacicazgos y regionalismos. Tanto el caudillismo como las luchas de
facciones habían conducido al país al desorden y la debilidad político-militar.
En
1845 el Congreso de los Estados Unidos admitió a Texas como nuevo estado de la
Unión. Los tejanos proclamaron entonces que su frontera con México estaba
marcada por el río Bravo. El gobierno mexicano rechazó tal pretensión,
mostrando que desde tiempos del virreinato el límite de Tejas había estado en
el río Nueces, cientos de kilómetros más al norte. La controversia de límites
sirvió perfectamente a los planes del gobierno estadounidense, cuyo presidente
James K. Polk envió tropas a custodiar la franja territorial en disputa. Pronto
sobrevino una escaramuza entre soldados estadounidenses y mexicanos, lo que
bastó a aquéllos para declarar la guerra, que se inició en mayo de 1846.
Las
tropas estadounidenses penetraron por muy diversos puntos en territorio
mexicano. Lejos de unir fuerzas contra el invasor, las facciones y caudillos
prosiguieron sus rivalidades. Cuando el Gral. Santa Anna surgió como aparente
líder de la defensa nacional, hubo regiones de la República que se negaron a
enviar tropas u otros recursos para la guerra. El liberal Valentín Gómez Farías
trató de requisar bienes de la iglesia católica para obtener recursos, pero
sólo consiguió desatar una rebelión reaccionaria en la capital.
Pese a
algunos episodios heroicos de resistencia, el avance de los estadounidenses fue
prácticamente ininterrumpido. En enero de 1847 eran dueños ya de la Alta
California, al tiempo que se internaban en Coahuila y Nuevo León. En abril
desembarcaban por Veracruz. En septiembre conquistaban todo el valle de México.
Santa Anna huyó, perseguido por las sospechas de ser un traidor a sueldo del
invasor.
El
gobierno mexicano, presidido por Manuel de la Peña y Peña (con sede en
Querétaro) hubo de firmar en febrero de 1848 el Tratado de Guadalupe-Hidalgo,
por el que se cedía toda la mitad norte del territorio nacional a cambio de la
promesa de una compensación equivalente a quince millones de pesos. Las hábiles
gestiones de los diplomáticos mexicanos Luis G Cuevas, Bernardo Couto y Manuel
de Atristáin permitieron salvar la Península de Baja California y un corredor
terrestre para unirla con el resto del territorio nacional. Ver Mapa 8.
Mapa 8
III.6.- La última dictadura de Santa
Anna (1853-1855)
Tras la derrota frente a los Estados
Unidos y la mutilación del territorio nacional, una ola de pesimismo recorrió a
México. Muchos pensaron que el país no sobreviviría como tal, sino que estaba
destinado a la total absorción por el vecino anglosajón del norte, a la
reconquista por parte de Europa, o a una disgregación semejante a la de las
repúblicas centroamericanas, misma que ya se insinuaba claramente por el
separatismo de Yucatán.
La
depresión de la economía, los conflictos sociales, el caudillismo y el
enfrentamiento de las facciones provocaban la mayor inestabilidad y confusión
en el panorama de la política nacional. El Gral. Santa Anna se había visto
obligado a huir del país en medio de graves sospechas de haber traicionado la
causa nacional en favor del invasor estadounidense. Pasó cinco años refugiado
en Colombia, mientras militares como José Joaquín de Herrera y Mariano Arista
intentaban sin éxito poner algún orden en la situación nacional.
A
finales de 1852 un grupo de militares conservadores de Guadalajara se levantó
contra el gobierno postulando el “Plan del Hospicio”. Más que la defensa de
principios, el propósito de este plan era establecer las condiciones para hacer
posible el regreso de Santa Anna al país y al poder. A pesar de sus
antecedentes, Santa Anna seguía siendo considerado el único capaz de agrupar a
todas las voluntades y someter a todos los opositores para que la nación
viviera ordenada y en paz.
Al
triunfar el movimiento “del Hospicio”, una comisión de representantes viajó a
Colombia para convencer de su regreso al caudillo. Santa Anna ocupó por décima primer
ocasión, la presidencia en abril de 1853. Todos los grupos políticos
habían intentado atraerlo en su favor, pero fue del viejo intelectual
conservador Lucas Alamán de quien aceptó consejos. En una trascendente carta,
dirigida a Santa Anna cuando éste todavía no reasumía el poder, Alamán expuso
en brillante síntesis el credo político de la Iglesia católica, el ejército y
poderosos sectores de hacendados y comerciantes: gobierno autoritario y
centralista, anulación del sistema democrático, parlamentario y federal,
defensa de la religión y de los fueros del clero y de los militares.
Santa
Anna ejerció el poder en forma dictatorial: con amplias facultades conferidas
en el documento “Bases para la Administración de la República”, que él mismo se
encargó de imponer en forma absoluta e indiscutible. Decretó impuestos
caprichosos y excesivos. Persiguió tanto a los políticos como a periodistas
liberales. Unos meses más tarde, a la muerte de Alamán, Santa Anna perdió toda
proporción y sensatez. Negoció sin ninguna atribución legítima una nueva
modificación del territorio nacional: mediante el Tratado de la Mesilla,
firmado el 30 de diciembre de 1853,
cedió a los Estados Unidos de América una franja territorial al norte de Sonora
y Coahuila. Se estipuló un pago de siete millones de pesos por ese territorio,
pero ese dinero se consumió rápidamente debido a la corrupción de unos cuantos
y al derroche cortesano del Gral. Santa Anna, quien procuraba que se le
rindieran toda clase de honores personales.
Se
presentaron también algunas iniciativas trascendentes, como los proyectos para
iniciar la construcción de ferrocarriles en México, o el certamen literario y
musical gracias al que se formuló el himno nacional que desde entonces es el
oficial de nuestra patria. Sin embargo, estos actos positivos se perdieron
entre un gran cúmulo de abusos, conduciendo al régimen a una pronta caída.
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