sábado, 24 de enero de 2015

Unidad VIII: México contemporáneo (a partir de 1940).



1.- La política de unidad nacional
En 1940 el Gral. Cárdenas tenía que decidirse por un sucesor. Factores internos y externos le imponían tanto prudencia como moderación. La segunda guerra mundial había comenzado y el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt promovía un frente panamericano, que ofrecía oportunidades a México, pero también le exigía compromisos. Existían fuertes presiones de las derechas mexicanas: cúpulas patronales, el Partido Acción Nacional (fundado en 1939), la Iglesia católica, etc. Todo gravitó contra el cardenista Francisco J. Múgica, quien perdió la candidatura ante el moderado Manuel Ávila Camacho.
Ávila Camacho ganó con amplitud la elección presidencial, (1940-1946) si bien se acusó a sus partidarios de haber acosado violentamente a la oposición. El nuevo mandatario aprovechó la disciplina social y política lograda por Cárdenas para pasar a una nueva etapa de desarrollo del capitalismo mexicano. La sustitución de importaciones  fue promovida por el régimen de Ávila Camacho como fórmula para la modernización y el crecimiento económico. Se fomentó la producción industrial; para lo cual procuró dar facilidades y confianza a los capitales tanto nacionales como extranjeros.
Durante la guerra, y aún después, se logró un crecimiento industrial superiores al del Producto Nacional Bruto (PNB), y las exportaciones manufactureras se incrementaron. Sin embargo, la industria mexicana no superó el subdesarrollo en capitales y tecnología, en parte porque la burguesía nacional carecía tanto del dinamismo como de los recursos para hacer despegar una verdadera revolución industrial a la mexicana, y por las dificultades para la compra de tecnología y bienes de capital del exterior.
Hubo importantes acuerdos con los Estados Unidos que comenzaron a concretarse a partir de noviembre de 1941; a saber:
- el que confirmó la nacionalización de la industria petrolera, (respetando el principio de soberanía nacional sobre los recursos del subsuelo, si bien tuvo que compensarse con pagos en efectivo los derechos que las compañías extranjeras alegaban sobre los mismos),
- el de la deuda externa (nuevamente condonada en la práctica) y
- el de comercio en diciembre de 1942, que agilizaba la exportación de materias primas mexicanas y la importación de maquinaria y tecnología estadounidense.
Roosevelt se entrevistó con Ávila Camacho en Monterrey (abril de 1943), bajo un ambiente alianza y cordialidad entre ambas naciones, pero el mayor beneficio fue para la economía de guerra de los EUA, que aumentaron su influencia predominante en México.
Pese a lo anterior, no se favoreció indiscriminadamente al capital externo. En junio de  1944 se decretó que la Secretaría de Relaciones Exteriores podía exigir un 51% de capital nacional en toda compra de acciones o apertura de empresas que involucrara a los extranjeros. Esto significa que del total de la inversión, sólo hasta  el 49% podía pertenecer a extranjeros.
El rasgo que sí marcó una diferencia sustancial entre Cárdenas y Ávila Camacho fue el uso que se dio al control alcanzado sobre los movimientos sociales a través del partido oficial. Con Ávila Camacho se reanudó la contención, la represión y se impuso el charrismo o gobiernismo servil. El giro antiobrerista se manifestó a través de los llamados a la unidad nacional  que Ávila Camacho hizo ante las dificultades que entrañaba la guerra. Para los obreros, esto  significó la firma de dos pactos con los sectores empresariales, en 1942 y en 1945, en los que se comprometían a suspender sus huelgas. El régimen de Ávila Camacho abandonó también los fervores agraristas de Cárdenas para proteger con preferencia la propiedad privada.
Con pretexto del hundimiento de dos buques-tanque en el Golfo de México, se declaró la guerra contra las potencias del Eje en mayo de 1942. La participación militar de México fue simbólica, pero le permitió modernizar las fuerzas armadas y figurar entre los países fundadores de la Organización de Naciones Unidas (oct. 1945)
Hubo también una nueva reforma del partido de Estado. En 1946, se eliminó al sector militar y la ideología radical. Se impuso un mayor control tanto corporativo como vertical, adaptándose a partir de entonces, el nombre peculiar de Partido Revolucionario Institucional (PRI).

2. El desarrollo estabilizador.
(Aspecto económico)
La influencia de los factores externos en México y la dependencia ante los centros industriales y financieros del capitalismo desarrollado, se han venido acentuando. El crecimiento económico de los años 40 a los 60 estuvo bajo la fuerte influencia de:
a)    El predominio económico-político estadounidense en el “bloque capitalista”.
b)    La existencia y funcionamiento de organismos de cooperación y estabilidad internacional: Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento. También los organismos derivados de la ONU (FAO, UNESCO), así como los regionales y los de apoyo científico-tecnológico.
c)    La aceleración en el proceso de “internacionalización” del capital: casi ningún país podía aspirar ya a la autosuficiencia económico-financiera.
d)    El poder creciente de las empresas multinacionales.
e)    El desarrollo de sistemas educativos, de salubridad y de pensiones al que se designa como Estado de  bienestar.
f)     La polaridad centro-periferia o Norte-Sur. Unas cuantas superpotencias con centraban el poder, el bienestar y el avance tecnológico; el resto de las naciones se hunden en el atraso tecnológico, la pobreza, la inestabilidad y la violencia política.
Respecto al proceso económico-social interno, en el caso mexicano se ejemplifican dos fuertes tendencias que afectaron a los países llamados “periféricos”:
a)    el fortalecimiento de los intercambios financieros con respecto a los de mercancías, en beneficio primordial de las potencias financieras; y
b)    el fortalecimiento de los gobiernos como agentes centrales de las actividades y la promoción  económico-financiera, al tiempo que las empresas privadas participaban en los ramos más rentables. En México, se le llamó economía mixta.
En el proceso de desarrollo de la infraestructura y la industrialización, que es la clave de todo este lapso, se pueden distinguir dos períodos:
1)    1946 - 1954 cuando despegó la sustitución de importaciones, con devaluación del peso de $4.85 a $8.50 por dólar en 1948, e inflación; y
2)    1954 - 1970 que combinó el desarrollo estabilizador  y la política de  contención salarial. Se fijó el tipo de cambio en $12.50 por dólar, y durante casi veinte años la economía nacional creció sin devaluaciones ni inflación. La “estabilización” implicaba también moderar fuertemente la elevación de los salarios, de manera que las ganancias de los capitalistas tanto nacionales como extranjeros resultaran atractivas.
El balance del desarrollo estabilizador  fue:
a) la proliferación de diversos ramos industriales, pero con plena integración y modernidad en sólo 3 actividades: química, textil y automotriz;
b) el proteccionismo indiscriminado, sin fomentar la competitividad con el exterior;
c) el poco avance en formación de técnicos y tecnología propia;
d) la concentración del éxito empresarial en empresas transnacionales y algunas grandes empresas nacionales, junto a un nuevo aumento de la deuda externa;
f) la gran concentración del crecimiento en unos cuantos centros urbanos;
g) el constante e innegable crecimiento industrial no fue tan alto como la explosión demográfica de 1940-1970, período en que la población mexicana se triplicó.
Sociedad, política y cultura
El Estado mantuvo su papel como promotor del crecimiento económico, cediendo algunos ramos o negocios al control de la iniciativa privada. Se favorecieron los intereses inmediatos de los empresarios a través de una política salarial restrictiva, que a su vez implicó el uso de la fuerza o la manipulación del gobierno sobre el movimiento obrero.
La represión abierta y el charrismo que vivieron directa o indirectamente, prácticamente todos los sindicatos mexicanos, fueron un factor social de enorme utilidad para lograr el llamado desarrollo estabilizador. Los principales episodios de lucha popular y su represión fueron los siguientes:
1948. Fortalecimiento de la tendencia al control de los movimientos sociales por el gobierno a través del “charrismo” (imposición antidemocrática de líderes obedientes a las políticas oficiales). Este procedimiento se inició en el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM).
- Con los decretos de inafectabilidad de la pequeña propiedad y el amparo agrario  se inicia el freno jurídico y sistemático a la reforma agraria.
1951. Represión de importantes movimientos huelguísticos para favorecer el charrismo. Destacó la huelga minera en Nueva Rosita, Coahuila, en que los obreros solicitaron mediación y apoyo del gobierno federal, encontrando una sangrienta represión.
1958. Disolución violenta de un gran movimiento huelguista de los ferrocarrileros contra el charrismo y por mejores condiciones laborales. Los principales líderes, Demetrio Vallejo y Valentín Campa, fueron encarcelados.
1962. Asesinato del líder agrarista Rubén Jaramillo en Morelos por elementos del Ejército.
1964. Los médicos de las instituciones estatales de seguridad social organizan un movimiento por mejoras laborales. También son reprimidos y encarcelados.
1966. El movimiento de académicos y estudiantes de la Universidad de San Nicolás, Morelia culmina la ocupación de la misma por el Ejército y el asesinato de activistas.
Políticamente, se vivió el fortalecimiento del presidencialismo autoritario como rasgo definitorio del sistema. Los presidentes Miguel Alemán (1946-1952), Adolfo Ruiz Cortínes (1952-1958), Adolfo López Mateos (1958-1964) y Gustavo Díaz Ordaz (1964-70) tuvieron un poder ilimitado en la práctica. Se basaba en el control corporativo de los movimientos sociales ejercido a través del partido de Estado (PRI).
Esto permitía impulsar un crecimiento capitalista en el que la iniciativa privada deseaba asumir el control de las actividades más lucrativas, pero no crear las bases de infraestructura, capacidad financiera y hasta de educación que el capitalismo desarrollado requiere. Diversas medidas reforzaron las facultades presidenciales en materia económico-social, como la formación de un “gabinete económico” en  1958.
            En el ámbito internacional, México mantuvo un cierto grado de independencia frente al imperialismo estadounidense, y su prestigio diplomático fue decisivo para lograr la proscripción de las armas nucleares en Iberoamérica (“Tratado de Tlatelolco”, 1967) gracias a los esfuerzos de Alfonso García Robles (Premio Nobel de la Paz en 1982).
Culturalmente, creció de manera constante el sistema educativo, incluyendo la UNAM con la construcción de Ciudad Universitaria en los años 50. Su bachillerato también creció, se edificaron los nueve planteles de la Escuela Nacional  Preparatoria y se fundó el Colegio de Ciencias  y Humanidades con cinco planteles. Aprovechando las amplias concesiones dadas por Miguel Alemán a  Emilio Azcárraga Milmo, comenzó a formarse el consorcio de medios masivos de difusión: Telesistema Mexicano, hoy Televisa.
El inicio de la crisis política y económica
Desde fines de los años sesenta se agotaba en toda América Latina el modelo de desarrollo por sustitución de importaciones, que se había adoptando en la época de la segunda Guerra Mundial (1939-1945). Al mismo tiempo que comenzaba la conocida crisis económica general del Primer Mundo: recesión, inflación y baja de productividad.
La intervención del Estado amortiguó durante mucho tiempo los conflictos sociales que son efecto de la intensa explotación capitalista en las economías subdesarrolladas. A finales de la década ese papel comenzaba a debilitarse. Tal es el contexto general que explica los primeros síntomas de la crisis mexicana en el sexenio presidencial de Gustavo Díaz Ordaz: alto déficit comercial proveniente de las importaciones tanto automotrices como de electrodomésticos, endeudamiento externo, reducción del crecimiento, alza inflacionaria y presiones a la paridad cambiaria.
En especial, el año de 1968 fue célebre como símbolo del agotamiento del orden de la postguerra: se le llama frecuentemente el periodo de la contestación. Esta etapa de contestación coincidió con los primeros signos de agotamiento del desarrollo estabilizador en México. En el mundo capitalista desarrollado se presentaron fuertes movimientos de protesta contra las tradiciones culturales imperialistas; sobre todo en Francia y los Estados Unidos. En el bloque socialista, la rebelión popular checoslovaca,  primavera de Praga, resultó representativa del rechazo contra el predominio de la URSS.
La tragedia de 1968 en México. La protesta estudiantil del 68 fue un movimiento de las llamadas clases medias. Fueron principalmente los hijos de burócratas y profesionistas los que se lanzaron a la calle a cuestionar de frente al orden político establecido. Salvo casos excepcionales, los apoyos logrados por el estudiantado en huelga, que habían conformado como Consejo Nacional de Huelga (CNH) provenían principalmente de grupos de burócratas o profesionistas, de sectores en ascenso pero inconformes, a los que puede situarse entre el 20 % económicamente más favorecido de la población. Sus motivos de protesta eran básicamente cuatro:
1.    la inadecuación de las instituciones políticas para responder a las aspiraciones de las clases medias;
2.    el progresivo deterioro de las relaciones entre la UNAM y el PRI-gobierno;
3.    el debilitamiento de la ideología dominante; y
4.    la idea de que el gobierno favorecía cada vez más a la clase privilegiada.
Las demandas del Consejo Nacional de Huelga , contra la represión policíaca y judicial en contra del estudiantado, unificaron a universitarios, politécnicos y grupos de izquierda. Una de las corrientes más importantes dentro del movimiento fue la de los universitarios que deseaban postular algo más que algunas reformas legales, o el cumplimiento de las garantías ciudadanas ya consagradas por la Constitución de 1917. Para aquellos activistas había un propósito mayor: poner el ejemplo de cómo enfrentarse al PRI - gobierno, de cómo propiciar un libre juego democrático que, al debilitar el control corporativo gubernamental sobre las clases dominadas, abriera la posibilidad de un cambio social profundo y auténtico.
Durante dos meses la ciudad de México vivió un clima de anormalidad, caracterizada por constantes marchas y mítines, brigadas estudiantiles para recaudar algunos fondos y distribuir propaganda, patrullaje policíaco y militar, enfrentamientos callejeros, aprehensiones masivas o arbitrarias, tiroteos y algunos asesinatos. Por primera vez en décadas, se organizaron marchas y mítines de multitudes que no deseaban aplaudir ni agradecer nada al presidente en turno. El movimiento fue secundado por estudiantes de instituciones públicas tanto en la capital como en algunas de las ciudades de provincia: Conservatorio Nacional, Escuela Normal de Maestros o la Universidad Benito Juárez de Oaxaca, y privadas; como las universidades Iberoamericana y del Valle de México.
El presidente Díaz Ordaz, así como los poderes Legislativo y Judicial, permanecieron cerrados a toda posibilidad seria de negociación. Aparte de las claras amenazas de aumentar la violencia represiva en el cuarto informe presidencial, y de una campaña de desprestigio contra el rector de la UNAM Javier Barros Sierra, comenzada en la Cámara de Diputados y con fuerte resonancia en la prensa, no hubo más respuesta a los disidentes que la de la macana, el fusil, la tortura y la prisión. Las instalaciones de Ciudad Universitaria fueron ocupadas por el Ejército el 18 de septiembre y las politécnicas del Casco de Santo Tomás, el día 24. Las autoridades trataban de convencer a la población de que todo se debía a oscuras conspiraciones de agentes extranjeros: un episodio más de la guerra fría.
En la tarde del 2 de octubre, un mitin de alrededor de quince mil personas, reunidas en la Plaza de las Tres Culturas de la Unidad Habitacional Nonoalco Tlatelolco, muy cerca de la sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores, fue disuelto a sangre y fuego por efectivos del Ejército Mexicano. Los principales diarios capitalinos mencionaron al día siguiente un tiroteo contra provocadores y cifras de quince o veinte muertos. Testigos presenciales, entre los que se cuentan periodistas extranjeros, vecinos de la Unidad y militantes del propio movimiento, coinciden en que la cifra de víctimas pudo ser un poco mayor. Muchos de los principales líderes del CNH fueron aprehendidos por el Ejército.
El movimiento estudiantil entró en franca agonía después del crimen, cuya responsabilidad asumieron expresamente el Gral. Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional, y el presidente Díaz Ordaz. Los restos del CNH se disolvieron “formalmente” a principios de diciembre de 1968.
Entre tanto, la situación económica externa e interna comenzó a empeorar con cierta rapidez. En los Estados Unidos y la totalidad de los países capitalistas vinieron los años de la estanflación, es decir del estancamiento en la productividad combinado con la inflación. En ese estado de cosas, surgió el embargo petrolero árabe de 1973, aplicado por las naciones del Medio Oriente como una represalia por el apoyo que las potencias primer-mundistas daban al Estado de Israel en su pugna contra el pueblo palestino. El súbito encarecimiento de un energético esencial y por el momento imprescindible (de los US$ 2 o 3 por barril a los 18 o 20 y más) desató una perniciosa especulación. La recesión estadounidense, con su secuela de desempleo y empobrecimiento de las clases trabajadores, fue la más grave en 40 años. Por otra parte, la competencia económica alemana y japonesa contra los Estados Unidos provocó un retroceso de su tutela en el primer mundo.
Los sucesos referidos anteriormente contribuyeron a que la situación de nuestro país fuera más crítica en la década de los años  70. En México, desde 1971 comenzaron los períodos de recesión y crisis. El gobierno de Luis Echeverría trató de ampliar su fomento económico, convirtiéndose en  Estado-empresario o Estado-gran contratista. Hubo grandes fondos para el fomento productivo. Para financiar estos planes se aceptaron créditos externos,   fáciles y caros. México se convirtió en el mayor deudor en América Latina y segundo a nivel mundial. Ya no se trataba de préstamos de gobierno a gobierno, como antes, sino que se podían contratar directamente con gobiernos estatales y con empresas. El Banco de México perdió presencia en la gestión económica nacional.

3. El desarrollo compartido hasta 1982.
La administración de Luis Echeverría  (1970-1976) inició con un cambio. Comenzó a abandonarse el modelo del desarrollo estabilizador, para dar paso a una  apertura comercial e industrial hacia el extranjero. En este lapso, los procesos económico-financieros internacionales se volvieron claves directas de la economía y política nacionales, debido a:
a) la apertura del país al mercado internacional petrolero;
b) los préstamos de la banca internacional, que a través del FMI le condicionaron cada vez más las medidas gubernamentales a México
c) la consiguiente dependencia ante las fluctuaciones de precios y a las condiciones internacionales del crédito y las tasas de interés.
Socialmente, se intentó reformular los apoyos sociales del gobierno. Hubo serias fricciones entre el régimen y los grandes empresarios por el papel económico del Estado. Surgió un nuevo Consejo Coordinador Empresarial, que deseaba un retroceso inmediato de la intervención económica del gobierno (como ya empezaba a postularse en el “primer mundo”) y rechazaba la retórica izquierdista de Echeverría. Por otra parte, comenzaba la lenta decadencia del sindicalismo corporativo.
La experiencia trágica del movimiento estudiantil de 1968 había motivado varias respuestas y nuevos choques entre el gobierno y la disidencia. Algunos activistas consideraron que era inútil movilizarse en las formas legales permitidas por la Constitución de 1917 y se lanzaron a organizar grupos guerrilleros, algunos rurales, algunos urbanos, que ejecutaban ataques armados a instalaciones o personalidades que consideraban representativos de la clase social dominante o el gobierno autoritario (como ejemplo puede citarse a la “Liga Comunista 23 de septiembre”, o los guerrilleros guerrerenses Genaro Vázquez y Lucio Cabañas).
Al tomar posesión de su cargo, el nuevo presidente Luis Echeverría ofreció una “apertura democrática” a los movimientos y la prensa disidente. Incluso adoptó un discurso de “izquierda” y grandes manifestaciones de solidaridad con movimientos o personajes antimperialistas. Pero en realidad desató un espionaje y represión feroz en contra de los disidentes radicales, misma que reprodujo, aunque a menor escala cuantitaviva, las criminales violaciones a derechos humanos que caracterizaron a la guerra sucia desatada por las dictaduras militares sudamericanas. Un momento culminante de la represión se vivió en 1976, cuando el gobierno maniobró para quitar al periodista disidente Julio Scherer la dirección del importante diario Excelsior.
Frágil como era ante la economía mundial, el programa de Echeverría no resistió la crisis petrolera de 1973. En agosto de 1976 tuvo que recurrirse a la libre flotación del peso ante el dólar, con serias implicaciones tanto económicas como psicológicas.  Además,  hubo que firmar un primer convenio directo con el FMI.
Bajo la presidencia del sucesor José López Portillo (1976-1982), no se abandonó el discurso de la “economía mixta”, aunque los sectores claves y un número creciente de empresas paraestatales seguían en manos del gobierno. El eje del modelo económico pasó de las manufacturas al petrolero, en diferentes ramas, tratando de aprovechar tanto el encarecimiento mundial del crudo como grandes yacimientos recién descubiertos.
Los créditos internacionales contratados por el gobierno mexicano fueron mucho más importantes que el ahorro interno para financiar el crecimiento: la economía mexicana se volvía cada vez más dependiente de las variables externas. Proseguía la discusión sobre la política fiscal: las cúpulas empresariales insistían en aquélla que favorece directa e inmediatamente sus intereses. El debate se recogió en el “Plan Nacional de Desarrollo, 1977-1982”.
En contraste con las tendencias en otros países capitalistas, México siguió viviendo un período de intervencionismo estatal: la inversión privada funcionaba como auxiliar de la inversión estatal. Esta inversión pública resultó poco productiva, precisamente por apoyarse en factores externos inestables y ajenos al control nacional. Para poner en marcha este proyecto de crecimiento se consideró necesario un aparato burocrático más amplio y eficiente. La reorganización administrativa consumió cuantiosos recursos y degeneró en “comisionitis” y “planitis”. La duda externa creció de 20 mil a 70 mil millones de dólares.
En 1980-1981 vinieron nuevas dificultades, derivadas de la caída de los precios internacionales del petróleo y el aumento de las tasas de interés de los onerosos préstamos que habían venido lastrando al país: devaluación, recesión, inflación, desempleo.  Escaseaban las inversiones y el capital, bajaron los ingresos del erario. Se inició entonces una fase de depresiones cíclicas y el progresivo e imparable empobrecimiento de las clases trabajadoras y medias, que no ha terminado. La nacionalización de los bancos privados y el control generalizado de cambios, en diciembre de 1982, resultaron medidas de emergencia poco duraderas.

4. De la “renovación moral” a la modernización neoliberal : 1982 a 2000
El agotamiento del desarrollo estabilizador, manifestado en las crisis financieras y depresiones económicas de finales de los últimos 3 sexenios, hacían ya urgente una reestructuración de la economía en general. La “modernización” se ha efectuado con criterios neoliberales debido a los siguientes factores:
a) Externos:
- la globalización o integración de grandes bloques económicos a nivel mundial, concretada en el creciente interés de los Estados Unidos por la integración económica de Norteamérica,
- la deuda externa y demás debilidades  de la economía mexicana; que han facilitado al FMI el establecimiento de sus políticas en México.
b) Internos:
- las presiones de cúpulas empresariales contra la intervención “populista” del gobierno en la economía;
- el decaimiento de las corporaciones priístas tradicionales (CTM, CNC), con la consiguiente incapacidad para oponerse a políticas contrarias al interés nacional;
- el ascenso dentro del gobierno del grupo de los llamados “tecnócratas”, educados en las teorías económicas del extranjero.
Las reformas económicas neoliberales han consistido principalmente en:
a) una nueva reforma al Art. 27 constitucional, para favorecer la propiedad privada de la tierra con respecto a las formas colectivas;
b) la privatización de empresas y bancos que antes administraba el gobierno;
c) la contención de salarios, en niveles ventajosos para el capitalista;
d) la apertura comercial, generalmente a favor de manufacturas de extranjeros, consolidada con el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá;
e) la disminución del gasto público, que generalmente se ha logrado mediante recortes  al gasto en servicios educativos y de salubridad;
f) la privatización de la seguridad social: servicios médicos, pensiones, jubilaciones, que el gobierno entrega a negocios capitalistas como las AFORES.
g) el control de la inflación;
h) facilidades y garantías a la inversión de capitales extranjeros.
Así, el país ha vivido períodos breves de “recuperación”, pero en ciclos sexenales que conducen nuevamente a la crisis monetaria y financiera, con nuevos años de depresión. La economía nacional decreció en 7.5% en 1995.
Socialmente, los “pactos para la recuperación y el crecimiento” han sido la nueva estrategia para imponer las políticas antipopulares mediante acuerdos entre las organizaciones populares oficiales y las cúpulas empresariales. De estas políticas se ha derivado un deterioro imparable de los ingresos de las clases populares.
 Desde 1982, el poder adquisitivo de las masas trabajadoras ha caído en promedio un 60%: más de 40 millones viven en la pobreza y de ellos, 17 millones en la miseria. La inconformidad de las mayorías se ha manifestado tanto en forma pacífica como violenta, por ejemplo el resurgimiento de las guerrillas en áreas rurales, como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas.
En política: los mandatos de Miguel de la Madrid (1982-1988) y Carlos Salinas de Gortari (1988-1994)  han padecido un progresivo deterioro del sistema de partido de Estado. Las oposiciones han ganado presencia: el derechista Partido Acción Nacional (PAN), ha comenzado a ejercer parcialmente el “cogobierno”. En las dudosas elecciones de 1988 la centro-izquierda de Cuauhtémoc Cárdenas se había proclamado vencedora. Salinas la combatió y muchos militantes del PRD fueron asesinados. El presidencialismo se acentuó, pero sin detener la descomposición del PRI-gobierno, manifestada por  las deserciones, los asesinatos políticos y constantes escándalos de corrupción.

5. La alternancia en el poder presidencial
Con un margen de victoria de 6.42%, el candidato de la Alianza por el Cambio (PAN-Partido Verde Ecologista Mexicano, PVEM) Vicente Fox ganó con el 42.52% y Francisco Labastida, del PRI, perdió con el 36.11% de una votación en la que sólo participó el 63.97% de los electores registrados. Cuauhtémoc Cárdenas de la Alianza por México (Partido de la Revolución Democrática PRD, Partido del Trabajo  PTy otros que ya han desaparecido) apenas obtuvo el 16.64%.
     La derrota del PRI fue resultado de las crisis económicas recurrentes a partir de 1976, y en los últimos tres sexenios, de políticas contrarias a la economía popular así como escándalos que desprestigiaron al régimen. Como ejemplos pueden citarse:
1)    el “rescate” de los bancos reprivatizados, cuyo mal manejo puso en riesgo los fondos de las ahorradores y obligó al gobierno a inyectarles costosísimos fondos a través del Fondo de Protección al Ahorro Bancario (FOBAPROA);
2)    el rescate de las carreteras de cuota que se habían encargado a la administración privada, con desastrosos resultados;
3)    crímenes políticos, como los asesinatos de los destacados priístas Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruíz Massieu en 1994;
4)    la corrupción manifiesta, expresada por escándalos constantes de malversación o fraude con fondos públicos por parte de gobernantes de todos los niveles;
5)    los casos de contubernio con el narcotráfico, como el del ex-gobernador de Quintana Roo Mario Villanueva;
6)    las agresivas enemistades de los priístas entre sí;
7)    la falta de carisma y de estrategia clara por parte del candidato priísta Francisco Labastida.
     El triunfo de la oposición panista se basó en una estrategia de denuncias concretas y propuestas generales, dirigida a convencer de su inevitable victoria para crear  la “cargada” ("¡Ya ganamos¡"). Una estrategia que recurrió al reclutamiento de electores panistas, antipriístas o jóvenes sin identificación partidista, para integrar los "Amigos de Fox", grupo compuesto por miles de simpatizantes que fue creciendo hasta formar toda una estructura político electoral; que convocó al voto táctico o útil para “sacar al PRI de los Pinos”; y que asimismo,  comprendió la ayuda de renombrados consultores políticos extranjeros (Dick Morris) y un hábil manejo profesional de todos los medios propagandísticos disponibles, desde guantes con la V de la victoria, radio y televisión, correo y teléfono, hasta numerosos “espectaculares” y la Internet.
     El presidente Ernesto Zedillo y las principales fuerzas políticas y económicas vinculadas con el PRI aceptaron de los resultados electorales. Señaló Lorenzo Meyer (El espejismo Democrático):
“En el 2000, la lucha fue entre Francisco Labastida, el priísta, y Vicente Fox, el neopanista. Todas las encuestas mostraron que esa vez el candidato de la izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas -candidato por tercera vez consecutiva- ya no tenía posibilidades reales de triunfo. En tales circunstancias, la contienda se convirtió en una lucha entre dos personajes contrastantes pero con proyectos de clase muy semejantes. En efecto, desde 1989 el PRI y el PAN habían empezado a negociar con éxito sus diferencias de principios y de programas de gobierno hasta casi eliminarlas. De esa manera, lo que estuvo en juego entre la derecha autoritaria priísta y la derecha supuestamente democrática del PAN, fue una diferencia de estilos e historia pero no de propósito. De antemano se sabía que ganara quien ganara entonces, el resultado no significaría diferencias sustantivas en las políticas económicas, sociales o externas. Por ello los poderes fácticos aceptaron sin grandes dificultades la victoria panista: no implicaba ningún cambio sustantivo y sí una evidente ganancia de legitimidad que pondría fin al déficit generado por el PRI en ese campo”.
     Sin embargo, durante la semana siguiente a la elección, los priístas comenzarán a reflexionar sobre su derrota. Por ejemplo, Manuel Bartlett culpó al presidente de la República: “Entre otras cosas, la derrota se la debemos al Fobaproa”. Por su parte, Zedillo mandó a los miembros de su gabinete que tuvieran presente que prometió a Fox una entrega tersa del gobierno, pero algunos mostraron su disgusto y otros ni siquiera asistieron a la reunión convocada para tal objeto.
     Años más tarde, en el 2007, Roberto Madrazo Pintado en una larga entrevista (“La Traición”) revivió el tema del comportamiento de Zedillo respecto al PRI durante el proceso electoral del año 2000; señalará que el conflictivo y problemático México actual:
“Zedillo puso todo para que Labastida fuera el candidato del PRI… Labastida iba a ser ‘entregado’ junto con el PRI en la elección del 2000. No iba a ganar Pancho... Para mí estaba claro: Zedillo había llegado a la Presidencia de la República después de un acuerdo con el PAN, donde se negoció la alternancia del 2000. Hay que recordar que el asesinato de Colosio era una losa para el PRI. Y sólo una negociación como esa logró que el PAN prácticamente abandonara la contienda para que Zedillo la ganara en 1994… perdimos tanto por sostener el modelo neoliberal como por los compromisos secretos de Zedillo en la elección”.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO

7. El nuevo siglo: conflictos socioeconómicos y democratización inacabada
Una serie de factores económicos, sociales y políticos fueron debilitando la hegemonía del PRI, hasta hacerle perder la presidencia en el año 2000. Entre los factores económicos hay que destacar:
1)    Los ciclos de depresión económica, que afectaron seriamente al país en 1975-1976, 1981-1982, 1988 y 1995 y que destruyeron la imagen del PRI-gobierno como gestores de la prosperidad y el bienestar. Se conoce al de 1995 como el episodio del “error de diciembre”, porque en diciembre de 1994 la administración entrante del presidente Zedillo enfrentó dificultades financieras que al no ser menejadas adecuadamente precipitaron la depresión.
2)    El endeudamiento externo, que llegó a ser el segundo más alto del mundo: ante la imposibilidad de pagarlo en sus términos originales, el Estado mexicano tuvo que renegociarlo ante los bancos y organismos multinacionales (Banco Mundial y FMI), lo que a su vez obligó a adoptar las políticas económicas dictadas por estos.
3)    Las políticas neoliberales, que estabilizan las finanzas gubernamentales y mejoran las perspectivas para inversiones privadas nacionales y extranjeras, pero a costa de la contención salarial en perjuicio de las masas trabajadoras. La participación de los trabajadores asalariados en el reparto de la riqueza nacional ha caído en las últimas décadas.
Entre los factores sociales hay que mencionar una serie constante de movilizaciones de inconformidad contra el régimen y su política económica. El caso más notorio fue el de las comunidades agrarias chiapanecas, agrupadas en torno al Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Una serie de reformas a la legislación político electoral fueron abriendo paso a las aspiraciones y luchas de los partidos de oposición, como el de Acción Nacional, fundado desde 1939. Las fuertes sospechas de fraude en las elecciones presidenciales de 1988 orillaron al presidente Carlos Salinas a acercarse políticamente y comenzar a reconocer sus triunfos electorales a partir de 1989. En cambio, el izquierdista Partido de la Revolución Democrática encontró obstáculos para su funcionamiento, y docenas de sus militantes fueron asesinados en el sexenio de 1988 – 1994.
El alzamiento neozapatista de enero de 1994, y varios crímenes políticos contra figuras del PRI, obligaron a acelerar una reforma decisiva: la ciudadanización del Instituto Federal Electoral, es decir su conversión en un instituto autónomo del Estado y no, como había sido hasta entonces, una dependencia de la secretaría de Gobernación, y por lo tanto del presidente de la república.
Así, en el año 2000 triunfó por primera vez un candidato presidencial de oposición, el neopanista Vicente Fox. Seis años después, en  2006, se declaró ganador al también panista Felipe Calderón, si bien este último en medio de nuevas sospechas dado que su escaso margen de triunfo  sobre el centroizquierdista Andrés Manuel López Obrador (0.56% de los votos emitidos), fue muy inferior al porcentaje de irregularidades reconocidas en las actas oficiales (3% de dichos votos).
Las esperanzas de cambio que despertaba la alternancia en el poder no fructificaron. Al debilitamiento de la presidencia de la república correspondió un terrible fortalecimiento de los “poderes fácticos”: el gran empresariado de que es ejemplo Carlos Slim, reconocido ya como el hombre más rico del mundo; el duopolio televisivo Televisa y Televisión Azteca, que controla en gran porcentaje los medios masivos de difusión; líderes sindicales fabulosamente enriquecidos, y grandes organizaciones del crimen organizado que han ido arrebatando la autoridad efectiva en porciones crecientes del territorio nacional. El sistema bancario se ha transferido casi enteramente a manos extranjeras.
La desigualdad socioeconómica ha llegado a un grado tal que, según cifras de la Organización para la Cooperación y el desarrollo Económico (OCDE) el 10% más favorecido de los mexicanos tiene ingresos en promedio 26 veces superiores al 10% más pobre.
La dependencia económica y política ante los Estados Unidos se ha ido acentuando, si bien en marzo de 2003, gracias a las gestiones del embajador Adolfo Aguilar Zinser, se resistieron las presiones para que México, como miembro no permanente del Consejo de seguridad de la ONU, y el gobierno mexicano no  aprobó la invasión de Irak por una coalición multinacional lidereada por la superpotencia mundial del continente americano.
En las elecciones presidenciales de 2012, el PRI regresó al poder presidencial.



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