1.- La política de unidad nacional
En 1940 el Gral. Cárdenas tenía que
decidirse por un sucesor. Factores internos y externos le imponían tanto
prudencia como moderación. La segunda guerra mundial había comenzado y el
presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt promovía un frente
panamericano, que ofrecía oportunidades a México, pero también le exigía
compromisos. Existían fuertes presiones de las derechas mexicanas: cúpulas
patronales, el Partido Acción Nacional (fundado en 1939), la Iglesia católica,
etc. Todo gravitó contra el cardenista Francisco J. Múgica, quien perdió la
candidatura ante el moderado Manuel Ávila Camacho.
Ávila
Camacho ganó con amplitud la elección presidencial, (1940-1946) si bien se
acusó a sus partidarios de haber acosado violentamente a la oposición. El nuevo
mandatario aprovechó la disciplina social y política lograda por Cárdenas para
pasar a una nueva etapa de desarrollo del capitalismo mexicano. La sustitución
de importaciones fue promovida por el
régimen de Ávila Camacho como fórmula para la modernización y el crecimiento
económico. Se fomentó la producción industrial; para lo cual procuró dar
facilidades y confianza a los capitales tanto nacionales como extranjeros.
Durante
la guerra, y aún después, se logró un crecimiento industrial superiores al del
Producto Nacional Bruto (PNB), y las exportaciones manufactureras se
incrementaron. Sin embargo, la industria mexicana no superó el subdesarrollo en
capitales y tecnología, en parte porque la burguesía nacional carecía tanto del
dinamismo como de los recursos para hacer despegar una verdadera revolución
industrial a la mexicana, y por las dificultades para la compra de tecnología y
bienes de capital del exterior.
Hubo importantes
acuerdos con los Estados Unidos que comenzaron a concretarse a partir de
noviembre de 1941; a saber:
- el que confirmó la nacionalización de la
industria petrolera, (respetando el principio de soberanía nacional sobre los
recursos del subsuelo, si bien tuvo que compensarse con pagos en efectivo los
derechos que las compañías extranjeras alegaban sobre los mismos),
- el de la deuda externa (nuevamente
condonada en la práctica) y
- el de comercio en diciembre de 1942, que
agilizaba la exportación de materias primas mexicanas y la importación de
maquinaria y tecnología estadounidense.
Roosevelt
se entrevistó con Ávila Camacho en Monterrey (abril de 1943), bajo un ambiente
alianza y cordialidad entre ambas naciones, pero el mayor beneficio fue para la
economía de guerra de los EUA, que aumentaron su influencia predominante en
México.
Pese a
lo anterior, no se favoreció indiscriminadamente al capital externo. En junio
de 1944 se decretó que la Secretaría de
Relaciones Exteriores podía exigir un 51% de capital nacional en toda compra de
acciones o apertura de empresas que involucrara a los extranjeros. Esto
significa que del total de la inversión, sólo hasta el 49% podía pertenecer a extranjeros.
El
rasgo que sí marcó una diferencia sustancial entre Cárdenas y Ávila Camacho fue
el uso que se dio al control alcanzado sobre los movimientos sociales a través
del partido oficial. Con Ávila Camacho se reanudó la contención, la represión y
se impuso el charrismo o gobiernismo
servil. El giro antiobrerista se manifestó a través de los llamados a la unidad
nacional que Ávila Camacho hizo ante las
dificultades que entrañaba la guerra. Para los obreros, esto significó la firma de dos pactos con los
sectores empresariales, en 1942 y en 1945, en los que se comprometían a
suspender sus huelgas. El régimen de Ávila Camacho abandonó también los
fervores agraristas de Cárdenas para proteger con preferencia la propiedad
privada.
Con
pretexto del hundimiento de dos buques-tanque en el Golfo de México, se declaró
la guerra contra las potencias del Eje en mayo de 1942. La participación
militar de México fue simbólica, pero le permitió modernizar las fuerzas
armadas y figurar entre los países fundadores de la Organización de Naciones
Unidas (oct. 1945)
Hubo
también una nueva reforma del partido de Estado. En 1946, se eliminó al sector
militar y la ideología radical. Se impuso un mayor control tanto corporativo como
vertical, adaptándose a partir de entonces, el nombre peculiar de Partido
Revolucionario Institucional (PRI).
2. El desarrollo
estabilizador.
(Aspecto
económico)
La influencia de los factores externos en
México y la dependencia ante los centros industriales y financieros del
capitalismo desarrollado, se han venido acentuando. El crecimiento económico de
los años 40 a los 60 estuvo bajo la fuerte influencia de:
a) El
predominio económico-político estadounidense en el “bloque capitalista”.
b) La
existencia y funcionamiento de organismos de cooperación y estabilidad
internacional: Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Internacional de
Reconstrucción y Fomento. También los organismos derivados de la ONU (FAO,
UNESCO), así como los regionales y los de apoyo científico-tecnológico.
c) La
aceleración en el proceso de “internacionalización” del capital: casi ningún
país podía aspirar ya a la autosuficiencia económico-financiera.
d) El
poder creciente de las empresas multinacionales.
e) El
desarrollo de sistemas educativos, de salubridad y de pensiones al que se
designa como Estado de bienestar.
f) La
polaridad centro-periferia o Norte-Sur. Unas cuantas superpotencias con
centraban el poder, el bienestar y el avance tecnológico; el resto de las
naciones se hunden en el atraso tecnológico, la pobreza, la inestabilidad y la
violencia política.
Respecto
al proceso económico-social interno, en el caso mexicano se ejemplifican dos
fuertes tendencias que afectaron a los países llamados “periféricos”:
a) el
fortalecimiento de los intercambios financieros con respecto a los de
mercancías, en beneficio primordial de las potencias financieras; y
b) el
fortalecimiento de los gobiernos como agentes centrales de las actividades y la
promoción económico-financiera, al
tiempo que las empresas privadas participaban en los ramos más rentables. En
México, se le llamó economía mixta.
En el
proceso de desarrollo de la infraestructura y la industrialización, que es la
clave de todo este lapso, se pueden distinguir dos períodos:
1) 1946
- 1954 cuando despegó la sustitución de importaciones, con devaluación del peso
de $4.85 a $8.50 por dólar en 1948, e inflación; y
2) 1954
- 1970 que combinó el desarrollo
estabilizador y la política de contención salarial. Se fijó el tipo de
cambio en $12.50 por dólar, y durante casi veinte años la economía nacional
creció sin devaluaciones ni inflación. La “estabilización” implicaba también
moderar fuertemente la elevación de los salarios, de manera que las ganancias
de los capitalistas tanto nacionales como extranjeros resultaran atractivas.
El
balance del desarrollo estabilizador fue:
a) la proliferación de diversos ramos
industriales, pero con plena integración y modernidad en sólo 3 actividades:
química, textil y automotriz;
b) el proteccionismo indiscriminado, sin
fomentar la competitividad con el exterior;
c) el poco avance en formación de técnicos
y tecnología propia;
d) la concentración del éxito empresarial
en empresas transnacionales y algunas grandes empresas nacionales, junto a un
nuevo aumento de la deuda externa;
f) la gran concentración del crecimiento
en unos cuantos centros urbanos;
g) el constante e innegable crecimiento
industrial no fue tan alto como la explosión demográfica de 1940-1970, período
en que la población mexicana se triplicó.
Sociedad,
política y cultura
El Estado mantuvo su papel como promotor
del crecimiento económico, cediendo algunos ramos o negocios al control de la
iniciativa privada. Se favorecieron los intereses inmediatos de los empresarios
a través de una política salarial restrictiva, que a su vez implicó el uso de
la fuerza o la manipulación del gobierno sobre el movimiento obrero.
La
represión abierta y el charrismo que
vivieron directa o indirectamente, prácticamente todos los sindicatos
mexicanos, fueron un factor social de enorme utilidad para lograr el llamado desarrollo estabilizador. Los
principales episodios de lucha popular y su represión fueron los siguientes:
1948. Fortalecimiento de la tendencia al
control de los movimientos sociales por el gobierno a través del “charrismo” (imposición antidemocrática
de líderes obedientes a las políticas oficiales). Este procedimiento se inició
en el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana
(STFRM).
- Con los decretos de inafectabilidad de
la pequeña propiedad y el amparo agrario
se inicia el freno jurídico y sistemático a la reforma agraria.
1951. Represión de importantes movimientos
huelguísticos para favorecer el charrismo.
Destacó la huelga minera en Nueva Rosita, Coahuila, en que los obreros
solicitaron mediación y apoyo del gobierno federal, encontrando una sangrienta
represión.
1958. Disolución violenta de un gran
movimiento huelguista de los ferrocarrileros contra el charrismo y por mejores condiciones laborales. Los principales
líderes, Demetrio Vallejo y Valentín Campa, fueron encarcelados.
1962. Asesinato del líder agrarista Rubén
Jaramillo en Morelos por elementos del Ejército.
1964. Los médicos de las instituciones
estatales de seguridad social organizan un movimiento por mejoras laborales.
También son reprimidos y encarcelados.
1966. El movimiento de académicos y
estudiantes de la Universidad de San Nicolás, Morelia culmina la ocupación de
la misma por el Ejército y el asesinato de activistas.
Políticamente,
se vivió el fortalecimiento del presidencialismo autoritario como rasgo
definitorio del sistema. Los presidentes Miguel Alemán (1946-1952), Adolfo Ruiz
Cortínes (1952-1958), Adolfo López Mateos (1958-1964) y Gustavo Díaz Ordaz
(1964-70) tuvieron un poder ilimitado en la práctica. Se basaba en el control
corporativo de los movimientos sociales ejercido a través del partido de Estado
(PRI).
Esto
permitía impulsar un crecimiento capitalista en el que la iniciativa privada
deseaba asumir el control de las actividades más lucrativas, pero no crear las
bases de infraestructura, capacidad financiera y hasta de educación que el
capitalismo desarrollado requiere. Diversas medidas reforzaron las facultades
presidenciales en materia económico-social, como la formación de un “gabinete
económico” en 1958.
En
el ámbito internacional, México mantuvo un cierto grado de independencia frente
al imperialismo estadounidense, y su prestigio diplomático fue decisivo para
lograr la proscripción de las armas nucleares en Iberoamérica (“Tratado de
Tlatelolco”, 1967) gracias a los esfuerzos de Alfonso García Robles (Premio
Nobel de la Paz en 1982).
Culturalmente, creció de manera constante
el sistema educativo, incluyendo la UNAM con la construcción de Ciudad
Universitaria en los años 50. Su bachillerato también creció, se edificaron los
nueve planteles de la Escuela Nacional
Preparatoria y se fundó el Colegio de Ciencias y Humanidades con cinco planteles.
Aprovechando las amplias concesiones dadas por Miguel Alemán a Emilio Azcárraga Milmo, comenzó a formarse el
consorcio de medios masivos de difusión: Telesistema Mexicano, hoy Televisa.
El inicio de la crisis política y económica
Desde fines de los años sesenta se agotaba
en toda América Latina el modelo de desarrollo por sustitución de
importaciones, que se había adoptando en la época de la segunda Guerra Mundial
(1939-1945). Al mismo tiempo que comenzaba la conocida crisis económica general
del Primer Mundo: recesión, inflación y baja de productividad.
La
intervención del Estado amortiguó durante mucho tiempo los conflictos sociales
que son efecto de la intensa explotación capitalista en las economías
subdesarrolladas. A finales de la década ese papel comenzaba a debilitarse. Tal
es el contexto general que explica los primeros síntomas de la crisis mexicana
en el sexenio presidencial de Gustavo Díaz Ordaz: alto déficit comercial
proveniente de las importaciones tanto automotrices como de electrodomésticos,
endeudamiento externo, reducción del crecimiento, alza inflacionaria y
presiones a la paridad cambiaria.
En
especial, el año de 1968 fue célebre como símbolo del agotamiento del orden de
la postguerra: se le llama frecuentemente el periodo de la contestación. Esta etapa de contestación
coincidió con los primeros signos de agotamiento del desarrollo estabilizador en México. En el mundo capitalista
desarrollado se presentaron fuertes movimientos de protesta contra las
tradiciones culturales imperialistas; sobre todo en Francia y los Estados
Unidos. En el bloque socialista, la rebelión popular checoslovaca, primavera de Praga, resultó representativa
del rechazo contra el predominio de la URSS.
La tragedia de 1968 en México. La protesta
estudiantil del 68 fue un movimiento de las llamadas clases medias. Fueron
principalmente los hijos de burócratas y profesionistas los que se lanzaron a
la calle a cuestionar de frente al orden político establecido. Salvo casos
excepcionales, los apoyos logrados por el estudiantado en huelga, que habían
conformado como Consejo Nacional de Huelga (CNH) provenían principalmente de
grupos de burócratas o profesionistas, de sectores en ascenso pero inconformes,
a los que puede situarse entre el 20 % económicamente más favorecido de la
población. Sus motivos de protesta eran básicamente cuatro:
1. la
inadecuación de las instituciones políticas para responder a las aspiraciones
de las clases medias;
2. el
progresivo deterioro de las relaciones entre la UNAM y el PRI-gobierno;
3. el
debilitamiento de la ideología dominante; y
4. la
idea de que el gobierno favorecía cada vez más a la clase privilegiada.
Las
demandas del Consejo Nacional de Huelga , contra la represión policíaca y
judicial en contra del estudiantado, unificaron a universitarios, politécnicos
y grupos de izquierda. Una de las corrientes más importantes dentro del
movimiento fue la de los universitarios que deseaban postular algo más que
algunas reformas legales, o el cumplimiento de las garantías ciudadanas ya
consagradas por la Constitución de 1917. Para aquellos activistas había un
propósito mayor: poner el ejemplo de cómo enfrentarse al PRI - gobierno, de
cómo propiciar un libre juego democrático que, al debilitar el control
corporativo gubernamental sobre las clases dominadas, abriera la posibilidad de
un cambio social profundo y auténtico.
Durante
dos meses la ciudad de México vivió un clima de anormalidad, caracterizada por
constantes marchas y mítines, brigadas estudiantiles para recaudar algunos
fondos y distribuir propaganda, patrullaje policíaco y militar, enfrentamientos
callejeros, aprehensiones masivas o arbitrarias, tiroteos y algunos asesinatos.
Por primera vez en décadas, se organizaron marchas y mítines de multitudes que
no deseaban aplaudir ni agradecer nada al presidente en turno. El movimiento
fue secundado por estudiantes de instituciones públicas tanto en la capital
como en algunas de las ciudades de provincia: Conservatorio Nacional, Escuela
Normal de Maestros o la Universidad Benito Juárez de Oaxaca, y privadas; como
las universidades Iberoamericana y del Valle de México.
El
presidente Díaz Ordaz, así como los poderes Legislativo y Judicial,
permanecieron cerrados a toda posibilidad seria de negociación. Aparte de las
claras amenazas de aumentar la violencia represiva en el cuarto informe
presidencial, y de una campaña de desprestigio contra el rector de la UNAM
Javier Barros Sierra, comenzada en la Cámara de Diputados y con fuerte
resonancia en la prensa, no hubo más respuesta a los disidentes que la de la
macana, el fusil, la tortura y la prisión. Las instalaciones de Ciudad
Universitaria fueron ocupadas por el Ejército el 18 de septiembre y las
politécnicas del Casco de Santo Tomás, el día 24. Las autoridades trataban de
convencer a la población de que todo se debía a oscuras conspiraciones de
agentes extranjeros: un episodio más de la guerra fría.
En la
tarde del 2 de octubre, un mitin de alrededor de quince mil personas, reunidas
en la Plaza de las Tres Culturas de la Unidad Habitacional Nonoalco Tlatelolco,
muy cerca de la sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores, fue disuelto a
sangre y fuego por efectivos del Ejército Mexicano. Los principales diarios
capitalinos mencionaron al día siguiente un tiroteo contra provocadores y
cifras de quince o veinte muertos. Testigos presenciales, entre los que se
cuentan periodistas extranjeros, vecinos de la Unidad y militantes del propio
movimiento, coinciden en que la cifra de víctimas pudo ser un poco mayor.
Muchos de los principales líderes del CNH fueron aprehendidos por el Ejército.
El movimiento
estudiantil entró en franca agonía después del crimen, cuya responsabilidad
asumieron expresamente el Gral. Marcelino García Barragán, secretario de la
Defensa Nacional, y el presidente Díaz Ordaz. Los restos del CNH se disolvieron
“formalmente” a principios de diciembre de 1968.
Entre
tanto, la situación económica externa e interna comenzó a empeorar con cierta
rapidez. En los Estados Unidos y la totalidad de los países capitalistas
vinieron los años de la estanflación,
es decir del estancamiento en la productividad combinado con la inflación. En
ese estado de cosas, surgió el embargo petrolero árabe de 1973, aplicado por
las naciones del Medio Oriente como una represalia por el apoyo que las
potencias primer-mundistas daban al Estado de Israel en su pugna contra el
pueblo palestino. El súbito encarecimiento de un energético esencial y por el
momento imprescindible (de los US$ 2 o 3 por barril a los 18 o 20 y más) desató
una perniciosa especulación. La recesión estadounidense, con su secuela de desempleo
y empobrecimiento de las clases trabajadores, fue la más grave en 40 años. Por
otra parte, la competencia económica alemana y japonesa contra los Estados
Unidos provocó un retroceso de su tutela en el primer mundo.
Los
sucesos referidos anteriormente contribuyeron a que la situación de nuestro
país fuera más crítica en la década de los años
70. En México, desde 1971 comenzaron los períodos de recesión y crisis.
El gobierno de Luis Echeverría trató de ampliar su fomento económico,
convirtiéndose en Estado-empresario o Estado-gran
contratista. Hubo grandes fondos para el fomento productivo. Para financiar
estos planes se aceptaron créditos externos,
fáciles y caros. México se convirtió en el mayor deudor en América
Latina y segundo a nivel mundial. Ya no se trataba de préstamos de gobierno a
gobierno, como antes, sino que se podían contratar directamente con gobiernos
estatales y con empresas. El Banco de México perdió presencia en la gestión
económica nacional.
3. El desarrollo compartido hasta 1982.
La administración de Luis Echeverría (1970-1976) inició con un cambio. Comenzó a
abandonarse el modelo del desarrollo
estabilizador, para dar paso a una
apertura comercial e industrial hacia el extranjero. En este lapso, los
procesos económico-financieros internacionales se volvieron claves directas de
la economía y política nacionales, debido a:
a) la apertura del país al mercado
internacional petrolero;
b) los préstamos de la banca
internacional, que a través del FMI le condicionaron cada vez más las medidas
gubernamentales a México
c) la consiguiente dependencia ante las
fluctuaciones de precios y a las condiciones internacionales del crédito y las
tasas de interés.
Socialmente,
se intentó reformular los apoyos sociales del gobierno. Hubo serias fricciones
entre el régimen y los grandes empresarios por el papel económico del Estado.
Surgió un nuevo Consejo Coordinador Empresarial, que deseaba un retroceso
inmediato de la intervención económica del gobierno (como ya empezaba a
postularse en el “primer mundo”) y rechazaba la retórica izquierdista de
Echeverría. Por otra parte, comenzaba la lenta decadencia del sindicalismo
corporativo.
La
experiencia trágica del movimiento estudiantil de 1968 había motivado varias
respuestas y nuevos choques entre el gobierno y la disidencia. Algunos
activistas consideraron que era inútil movilizarse en las formas legales
permitidas por la Constitución de 1917 y se lanzaron a organizar grupos
guerrilleros, algunos rurales, algunos urbanos, que ejecutaban ataques armados
a instalaciones o personalidades que consideraban representativos de la clase
social dominante o el gobierno autoritario (como ejemplo puede citarse a la
“Liga Comunista 23 de septiembre”, o los guerrilleros guerrerenses Genaro
Vázquez y Lucio Cabañas).
Al
tomar posesión de su cargo, el nuevo presidente Luis Echeverría ofreció una
“apertura democrática” a los movimientos y la prensa disidente. Incluso adoptó
un discurso de “izquierda” y grandes manifestaciones de solidaridad con
movimientos o personajes antimperialistas. Pero en realidad desató un espionaje
y represión feroz en contra de los disidentes radicales, misma que reprodujo,
aunque a menor escala cuantitaviva, las criminales violaciones a derechos
humanos que caracterizaron a la guerra
sucia desatada por las dictaduras militares sudamericanas. Un momento
culminante de la represión se vivió en 1976, cuando el gobierno maniobró para
quitar al periodista disidente Julio Scherer la dirección del importante diario
Excelsior.
Frágil
como era ante la economía mundial, el programa de Echeverría no resistió la
crisis petrolera de 1973. En agosto de 1976 tuvo que recurrirse a la libre
flotación del peso ante el dólar, con serias implicaciones tanto económicas
como psicológicas. Además, hubo que firmar un primer convenio directo
con el FMI.
Bajo
la presidencia del sucesor José López Portillo (1976-1982), no se abandonó el
discurso de la “economía mixta”, aunque los sectores claves y un número
creciente de empresas paraestatales seguían en manos del gobierno. El eje del
modelo económico pasó de las manufacturas al petrolero, en diferentes ramas,
tratando de aprovechar tanto el encarecimiento mundial del crudo como grandes
yacimientos recién descubiertos.
Los
créditos internacionales contratados por el gobierno mexicano fueron mucho más
importantes que el ahorro interno para financiar el crecimiento: la economía
mexicana se volvía cada vez más dependiente de las variables externas.
Proseguía la discusión sobre la política fiscal: las cúpulas empresariales insistían
en aquélla que favorece directa e inmediatamente sus intereses. El debate se
recogió en el “Plan Nacional de Desarrollo, 1977-1982”.
En contraste con las tendencias en otros
países capitalistas, México siguió viviendo un período de intervencionismo
estatal: la inversión privada funcionaba como auxiliar de la inversión estatal.
Esta inversión pública resultó poco productiva, precisamente por apoyarse en
factores externos inestables y ajenos al control nacional. Para poner en marcha
este proyecto de crecimiento se consideró necesario un aparato burocrático más
amplio y eficiente. La reorganización administrativa consumió cuantiosos
recursos y degeneró en “comisionitis” y “planitis”. La duda externa creció de
20 mil a 70 mil millones de dólares.
En
1980-1981 vinieron nuevas dificultades, derivadas de la caída de los precios
internacionales del petróleo y el aumento de las tasas de interés de los
onerosos préstamos que habían venido lastrando al país: devaluación, recesión,
inflación, desempleo. Escaseaban las
inversiones y el capital, bajaron los ingresos del erario. Se inició entonces
una fase de depresiones cíclicas y el progresivo e imparable empobrecimiento de
las clases trabajadoras y medias, que no ha terminado. La nacionalización de
los bancos privados y el control generalizado de cambios, en diciembre de 1982,
resultaron medidas de emergencia poco duraderas.
4. De
la “renovación moral” a la modernización neoliberal : 1982 a 2000
El agotamiento del desarrollo estabilizador, manifestado en las crisis financieras y
depresiones económicas de finales de los últimos 3 sexenios, hacían ya urgente
una reestructuración de la economía en general. La “modernización” se ha
efectuado con criterios neoliberales debido a los siguientes factores:
a) Externos:
- la globalización o integración de
grandes bloques económicos a nivel mundial, concretada en el creciente interés
de los Estados Unidos por la integración económica de Norteamérica,
- la deuda externa y demás
debilidades de la economía mexicana; que
han facilitado al FMI el establecimiento de sus políticas en México.
b) Internos:
- las presiones de cúpulas empresariales
contra la intervención “populista” del gobierno en la economía;
- el decaimiento de las corporaciones
priístas tradicionales (CTM, CNC), con la consiguiente incapacidad para
oponerse a políticas contrarias al interés nacional;
- el ascenso dentro del gobierno del grupo
de los llamados “tecnócratas”, educados en las teorías económicas del
extranjero.
Las
reformas económicas neoliberales han consistido principalmente en:
a) una nueva reforma al Art. 27
constitucional, para favorecer la propiedad privada de la tierra con respecto a
las formas colectivas;
b) la privatización de empresas y bancos
que antes administraba el gobierno;
c) la contención de salarios, en niveles
ventajosos para el capitalista;
d) la apertura comercial, generalmente a
favor de manufacturas de extranjeros, consolidada con el Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos y Canadá;
e) la disminución del gasto público, que
generalmente se ha logrado mediante recortes
al gasto en servicios educativos y de salubridad;
f) la privatización de la seguridad
social: servicios médicos, pensiones, jubilaciones, que el gobierno entrega a
negocios capitalistas como las AFORES.
g) el control de la inflación;
h) facilidades y garantías a la inversión
de capitales extranjeros.
Así,
el país ha vivido períodos breves de “recuperación”, pero en ciclos sexenales
que conducen nuevamente a la crisis monetaria y financiera, con nuevos años de
depresión. La economía nacional decreció en 7.5% en 1995.
Socialmente,
los “pactos para la recuperación y el crecimiento” han sido la nueva estrategia
para imponer las políticas antipopulares mediante acuerdos entre las
organizaciones populares oficiales y las cúpulas empresariales. De estas
políticas se ha derivado un deterioro imparable de los ingresos de las clases
populares.
Desde 1982, el poder adquisitivo de las masas
trabajadoras ha caído en promedio un 60%: más de 40 millones viven en la pobreza
y de ellos, 17 millones en la miseria. La inconformidad de las mayorías se ha
manifestado tanto en forma pacífica como violenta, por ejemplo el resurgimiento
de las guerrillas en áreas rurales, como el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional en Chiapas.
En
política: los mandatos de Miguel de la Madrid (1982-1988) y Carlos Salinas de
Gortari (1988-1994) han padecido un
progresivo deterioro del sistema de partido de Estado. Las oposiciones han
ganado presencia: el derechista Partido Acción Nacional (PAN), ha comenzado a
ejercer parcialmente el “cogobierno”. En las dudosas elecciones de 1988 la
centro-izquierda de Cuauhtémoc Cárdenas se había proclamado vencedora. Salinas
la combatió y muchos militantes del PRD fueron asesinados. El presidencialismo
se acentuó, pero sin detener la descomposición del PRI-gobierno, manifestada
por las deserciones, los asesinatos
políticos y constantes escándalos de corrupción.
5. La
alternancia en el poder presidencial
Con un margen de victoria de 6.42%, el candidato de
la Alianza por el Cambio (PAN-Partido Verde Ecologista Mexicano, PVEM) Vicente
Fox ganó con el 42.52% y Francisco Labastida, del PRI, perdió con el 36.11% de
una votación en la que sólo participó el 63.97% de los electores registrados.
Cuauhtémoc Cárdenas de la Alianza por México (Partido de la Revolución
Democrática PRD, Partido del Trabajo PTy
otros que ya han desaparecido) apenas obtuvo el 16.64%.
La
derrota del PRI fue resultado de las crisis económicas recurrentes a partir de
1976, y en los últimos tres sexenios, de políticas contrarias a la economía
popular así como escándalos que desprestigiaron al régimen. Como ejemplos
pueden citarse:
1)
el
“rescate” de los bancos reprivatizados, cuyo mal manejo puso en riesgo los
fondos de las ahorradores y obligó al gobierno a inyectarles costosísimos
fondos a través del Fondo de Protección al Ahorro Bancario (FOBAPROA);
2)
el
rescate de las carreteras de cuota que se habían encargado a la administración
privada, con desastrosos resultados;
3)
crímenes
políticos, como los asesinatos de los destacados priístas Luis Donaldo Colosio
y Francisco Ruíz Massieu en 1994;
4)
la
corrupción manifiesta, expresada por escándalos constantes de malversación o
fraude con fondos públicos por parte de gobernantes de todos los niveles;
5)
los
casos de contubernio con el narcotráfico, como el del ex-gobernador de Quintana
Roo Mario Villanueva;
6)
las
agresivas enemistades de los priístas entre sí;
7)
la
falta de carisma y de estrategia clara por parte del candidato priísta
Francisco Labastida.
El
triunfo de la oposición panista se basó en una estrategia de denuncias
concretas y propuestas generales, dirigida a convencer de su inevitable
victoria para crear la “cargada” ("¡Ya ganamos¡"). Una
estrategia que recurrió al reclutamiento de electores panistas, antipriístas o
jóvenes sin identificación partidista, para integrar los "Amigos de
Fox", grupo compuesto por miles de simpatizantes que fue creciendo hasta
formar toda una estructura político electoral; que convocó al voto táctico o
útil para “sacar al PRI de los Pinos”; y que asimismo, comprendió la
ayuda de renombrados consultores políticos extranjeros (Dick Morris) y un hábil
manejo profesional de todos los medios propagandísticos disponibles, desde
guantes con la V de la victoria, radio y televisión, correo y teléfono, hasta
numerosos “espectaculares” y la Internet.
El
presidente Ernesto Zedillo y las principales fuerzas políticas y económicas
vinculadas con el PRI aceptaron de los resultados electorales. Señaló Lorenzo
Meyer (El espejismo Democrático):
“En el 2000, la lucha fue entre Francisco
Labastida, el priísta, y Vicente Fox, el neopanista. Todas las encuestas
mostraron que esa vez el candidato de la izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas
-candidato por tercera vez consecutiva- ya no tenía posibilidades reales de
triunfo. En tales circunstancias, la contienda se convirtió en una lucha entre
dos personajes contrastantes pero con proyectos de clase muy semejantes. En
efecto, desde 1989 el PRI y el PAN habían empezado a negociar con éxito sus
diferencias de principios y de programas de gobierno hasta casi eliminarlas. De
esa manera, lo que estuvo en juego entre la derecha autoritaria priísta y la
derecha supuestamente democrática del PAN, fue una diferencia de estilos e
historia pero no de propósito. De antemano se sabía que ganara quien ganara
entonces, el resultado no significaría diferencias sustantivas en las políticas
económicas, sociales o externas. Por ello los poderes fácticos aceptaron sin
grandes dificultades la victoria panista: no implicaba ningún cambio sustantivo
y sí una evidente ganancia de legitimidad que pondría fin al déficit generado
por el PRI en ese campo”.
Sin
embargo, durante la semana siguiente a la elección, los priístas comenzarán a
reflexionar sobre su derrota. Por ejemplo, Manuel Bartlett culpó al presidente
de la República: “Entre otras cosas, la derrota se la debemos al Fobaproa”. Por su parte, Zedillo
mandó a los miembros de su gabinete que tuvieran presente que prometió a Fox
una entrega tersa del gobierno, pero algunos mostraron su disgusto y otros ni
siquiera asistieron a la reunión convocada para tal objeto.
Años más
tarde, en el 2007, Roberto Madrazo Pintado en una larga entrevista (“La
Traición”) revivió el tema del comportamiento de Zedillo respecto al PRI
durante el proceso electoral del año 2000; señalará que el conflictivo y
problemático México actual:
“Zedillo puso todo para que Labastida fuera el
candidato del PRI… Labastida iba a ser ‘entregado’ junto con el PRI en la
elección del 2000. No iba a ganar Pancho... Para mí estaba claro: Zedillo había
llegado a la Presidencia de la República después de un acuerdo con el PAN,
donde se negoció la alternancia del 2000. Hay que recordar que el asesinato de
Colosio era una losa para el PRI. Y sólo una negociación como esa logró que el
PAN prácticamente abandonara la contienda para que Zedillo la ganara en 1994…
perdimos tanto por sostener el modelo neoliberal como por los compromisos
secretos de Zedillo en la elección”.
Doralicia
Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO
7. El
nuevo siglo: conflictos socioeconómicos y democratización inacabada
Una serie de factores económicos, sociales
y políticos fueron debilitando la hegemonía del PRI, hasta hacerle perder la
presidencia en el año 2000. Entre los factores económicos hay que destacar:
1) Los
ciclos de depresión económica, que afectaron seriamente al país en 1975-1976,
1981-1982, 1988 y 1995 y que destruyeron la imagen del PRI-gobierno como
gestores de la prosperidad y el bienestar. Se conoce al de 1995 como el
episodio del “error de diciembre”, porque en diciembre de 1994 la
administración entrante del presidente Zedillo enfrentó dificultades
financieras que al no ser menejadas adecuadamente precipitaron la depresión.
2) El
endeudamiento externo, que llegó a ser el segundo más alto del mundo: ante la
imposibilidad de pagarlo en sus términos originales, el Estado mexicano tuvo
que renegociarlo ante los bancos y organismos multinacionales (Banco Mundial y
FMI), lo que a su vez obligó a adoptar las políticas económicas dictadas por
estos.
3) Las
políticas neoliberales, que estabilizan las finanzas gubernamentales y mejoran
las perspectivas para inversiones privadas nacionales y extranjeras, pero a
costa de la contención salarial en perjuicio de las masas trabajadoras. La
participación de los trabajadores asalariados en el reparto de la riqueza
nacional ha caído en las últimas décadas.
Entre
los factores sociales hay que mencionar una serie constante de movilizaciones
de inconformidad contra el régimen y su política económica. El caso más notorio
fue el de las comunidades agrarias chiapanecas, agrupadas en torno al Ejército
Zapatista de Liberación Nacional.
Una
serie de reformas a la legislación político electoral fueron abriendo paso a
las aspiraciones y luchas de los partidos de oposición, como el de Acción
Nacional, fundado desde 1939. Las fuertes sospechas de fraude en las elecciones
presidenciales de 1988 orillaron al presidente Carlos Salinas a acercarse
políticamente y comenzar a reconocer sus triunfos electorales a partir de 1989.
En cambio, el izquierdista Partido de la Revolución Democrática encontró
obstáculos para su funcionamiento, y docenas de sus militantes fueron
asesinados en el sexenio de 1988 – 1994.
El
alzamiento neozapatista de enero de 1994, y varios crímenes políticos contra
figuras del PRI, obligaron a acelerar una reforma decisiva: la ciudadanización del Instituto Federal
Electoral, es decir su conversión en un instituto autónomo del Estado y no,
como había sido hasta entonces, una dependencia de la secretaría de
Gobernación, y por lo tanto del presidente de la república.
Así,
en el año 2000 triunfó por primera vez un candidato presidencial de oposición,
el neopanista Vicente Fox. Seis años después, en 2006, se declaró ganador al también panista
Felipe Calderón, si bien este último en medio de nuevas sospechas dado que su
escaso margen de triunfo sobre el
centroizquierdista Andrés Manuel López Obrador (0.56% de los votos emitidos),
fue muy inferior al porcentaje de irregularidades reconocidas en las actas
oficiales (3% de dichos votos).
Las
esperanzas de cambio que despertaba la alternancia en el poder no
fructificaron. Al debilitamiento de la presidencia de la república correspondió
un terrible fortalecimiento de los “poderes fácticos”: el gran empresariado de
que es ejemplo Carlos Slim, reconocido ya como el hombre más rico del mundo; el
duopolio televisivo Televisa y Televisión Azteca, que controla en gran
porcentaje los medios masivos de difusión; líderes sindicales fabulosamente
enriquecidos, y grandes organizaciones del crimen organizado que han ido
arrebatando la autoridad efectiva en porciones crecientes del territorio
nacional. El sistema bancario se ha transferido casi enteramente a manos
extranjeras.
La
desigualdad socioeconómica ha llegado a un grado tal que, según cifras de la
Organización para la Cooperación y el desarrollo Económico (OCDE) el 10% más
favorecido de los mexicanos tiene ingresos en promedio 26 veces superiores al
10% más pobre.
La
dependencia económica y política ante los Estados Unidos se ha ido acentuando,
si bien en marzo de 2003, gracias a las gestiones del embajador Adolfo Aguilar
Zinser, se resistieron las presiones para que México, como miembro no
permanente del Consejo de seguridad de la ONU, y el gobierno mexicano no aprobó la invasión de Irak por una coalición
multinacional lidereada por la superpotencia mundial del continente americano.
En las elecciones presidenciales de 2012, el
PRI regresó al poder presidencial.