1. La Revolución Maderista y los Tratados de Ciudad Juárez.
Tras ser liberado, Madero se refugió un
tiempo en los Estados Unidos para preparar un levantamiento armado. En su Plan
de San Luis llamó al pueblo a rebelarse contra los abusos dictatoriales de
Díaz, desconociendo su autoridad, exactamente a partir del 20 de noviembre de
1910 a las 18:00 horas. Para atraerse el apoyo de los campesinos, el artículo
3º. del Plan prometía la revisión de los despojos ilegales de tierras y en su
caso la restitución o alguna indemnización a sus legítimos dueños.
A
finales de 1910 comenzaron a surgir los levantamientos, principalmente los que
dirigían Emiliano Zapata en Morelos, así como Francisco Villa y Pascual Orozco
en la frontera norte. En mayo de 1911, el importante nudo ferroviario de Ciudad
Juárez cayó en poder de los maderistas. El Gral. Díaz, ya fuertemente
presionado a renunciar por sus propios partidarios, envió representantes a
parlamentar con Madero. En el Tratado de Ciudad Juárez, Madero aceptaba deponer
las armas y disolver sus tropas a cambio de la renuncia de Díaz y la
organización de nuevas elecciones: quedaba como presidente provisional
Francisco León de la Barra. Entre las filas maderistas hubo desconcierto e
inconformidad tanto por el hecho de que se confiara al mismo ejército
porfirista el mantenimiento del orden como por la renuncia expresa de Madero a
cumplir con su ofrecimiento de reforma agraria.
Bajo
el mando de León de la Barra se celebraron nuevas elecciones en las que Madero
triunfó con facilidad.
2. El gobierno de Madero y los movimientos de
oposición.
Pese a la amplitud y relativa facilidad de
su victoria electoral, la autoridad del presidente Madero resultó endeble.
Algunos de sus colaboradores o partidarios, como Luis Cabrera y Venustiano
Carranza, le habían advertido sobre la inconveniencia de tratar de gobernar con
los mismos burócratas y militares que por tanto tiempo habían servido al
régimen porfiriano: ellos no tendrían ningún interés en cambiar la situación
del país y tampoco lealtad para con el nuevo presidente.
Rápidamente,
la situación de Madero en la presidencia se hizo incómoda debido a la
hostilidad de:
a) el ejército y la burocracia porfiristas,
bajo sus órdenes,
b) la de las clases dominantes, temerosas
de que se aplicara la reforma agraria;
c) la de los agraristas de Morelos, que se
decepcionaron rápidamente al ver que no se aplicaba con prontitud dicha
reforma;
d) la de los Estados Unidos; que
reaccionaron con gran violencia ente los intentos de Madero por moderar la
explotación de los recursos mineros y petroleros de nuestro país, cobrándoles
impuestos que antes no pagaban.
El
embajador de los Estados Unidos, Henry Lane Wilson, no solo defendía
enérgicamente los intereses económicos de sus compatriotas en México, sino que
se convirtió en enemigo personal del presidente Madero, por lo que se propuso
obligarlo a dejar el poder, sin importar que para ello tuviera que abusar y
distorsionar por completo su misión diplomática en nuestro país.
Madero
mostró un respeto absoluto a la libertad de prensa, pero irónicamente esa
conducta terminó por perjudicarle, ya que la mayoría de los periódicos
publicaban críticas y ataques muy fuertes contra su gestión presidencial. Por
el lado de las fuerzas conservadoras, surgió un Partido Católico, que al
principio apoyó la candidatura presidencial de Madero, pero posteriormente se
dividió y muchos de sus militantes terminaron por manifestarse en contra del
presidente demócrata.
Desde
noviembre de 1911, los zapatistas proclamaron el Plan de Ayala, en el que se
denunciaba a Madero como traidor a la revolución, se reiniciaba la lucha armada
y se anunciaba una reforma agraria inmediata y sin formalidades jurídicas.
Atacado por tantos frentes, la situación de Madero en la presidencia empeoraba
día con día.
3. La Decena Trágica, el gobierno Huertista y el Plan
de Guadalupe.
En febrero de 1913, Bernardo Reyes, Félix
Díaz, sobrino del expresidente, y otros
generales porfiristas se levantaron en armas en la propia capital del país. Se
conoce a este episodio como la “decena trágica”, ya que durante diez días la
población estuvo expuesta a fuertes combates en las zonas céntricas de la
ciudad de México. El Gral. Reyes murió en los primeros momentos de combate, al
intentar sin éxito la toma del Palacio Nacional. Sin embargo, los generales
Díaz y Manuel Mondragón sostuvieron la lucha, con el propósito ostensible de
obligar a Madero a dejar la presidencia.
Madero
confió el mando de las tropas gobiernistas al Gral. Victoriano Huerta, que
había demostrado alta capacidad bajo el régimen porfiriano, pero de quien se
sospechaba que podría estar negociando acuerdos con los militares sublevados.
El
embajador estadounidense Wilson era el mayor enemigo de Madero. Al ver que los
militares no lograban la caída inmediata del presidente, Wilson acordó el
llamado “Pacto de la Embajada” con el comandante de las tropas del gobierno,
Victoriano Huerta, para que traicionara a Madero, poniéndolo preso y
obligándolo a renunciar. Así lo hizo, y por la fuerza despojó de sus cargos
tanto a Madero como al vicepresidente Pino Suárez.
Con
arreglo al texto constitucional, en ausencia del presidente y el
vicepresidente, correspondía la titularidad del Poder Ejecutivo al secretario
de relaciones exteriores Pedro Lascuráin. Éste ocupó la primera magistratura
apenas los minutos necesarios para ceder la presidencia al Gral. Huerta. Una
vez que entregaron sus renuncias, el ex-presidente Madero y su
ex-vicepresidente Pino Suárez fueron asesinados en la Cd. de México el 22 de febrero de 1913, por órdenes del
militar que ocupaba la jefatura de estado a través de una maniobra tan legal en
apariencia como ilegítima en la realidad.
4.
El
Constitucionalismo y el movimiento zapatista.
Las potencias europeas, las clases
dominantes, el ejército, la burocracia y la clase media porfirista respaldaron
al nuevo gobierno. En cambio, los zapatistas, y las fuerzas maderistas del
norte de la República, se dispusieron a reanudar la lucha con mayor fuerza que
antes. Para su sorpresa, Huerta no pudo contar con el apoyo de los Estados
Unidos, ya que el nuevo presidente, Woodrow Wilson, desaprobó por completo la
gestión del embajador Henry Lane Wilson; razón por la que lo retiró de México.
Huerta no fue reconocido y por lo tanto no tuvo relaciones diplomáticas ni
cooperación alguna de los estadounidenses.
Venustiano
Carranza, antiguo senador porfirista, y ahora gobernador de Coahuila, convocó
de nuevo al levantamiento armado en su Plan de Guadalupe (marzo de 1913), que
desconocía a Huerta y a todas las autoridades que lo obedecieran. Se exigía el
restablecimiento de la Constitución de 1857: Carranza se proclamaba como Primer
Jefe del Ejército constitucionalista, prometiendo convocar a nuevas elecciones
generales tan pronto como su movimiento hubiera triunfado militarmente.
La
respuesta al llamado de Carranza fue
amplia entre las clases medias y trabajadoras rurales del norte del país. El
ejército constitucionalista pudo articularse en tres grandes divisiones: la de
Álvaro Obregón; en Sonora y Sinaloa, la de Francisco Villa en Chihuahua y
Durango, y la de Pablo González en Nuevo
León y Tamaulipas. Por su parte, tanto Emiliano Zapata como su Ejército
Libertador del Sur rechazaron toda negociación propuesta por los huertistas, y
continuaron su alzamiento en Morelos.
El
Plan de Ayala, obra del profesor Otilio Montaño, expresaba la completa desesperación
de los campesinos contra los procedimientos jurídicos con los que tanto tiempo
se les engañó y despojó de las tierras. Por tal motivo, en dicho Plan se
postulaba que los pueblos despojados recuperarían de inmediato la posesión de
sus terrenos sin necesidad de acudir a tribunales: además, se expropiaría a los
hacendados de la tercera parte de sus propiedades, o de la totalidad de la
hacienda si es que se oponían al Plan, para dotar de tierras a los campesinos
desposeídos. Zapata creía que la aplicación de este documento resolvería el
problema agrario en todo el país.
A
finales de 1913 y principios de 1914, los constitucionalistas obtenían una
victoria tras otra y hacían retroceder al ejército federal huertista en todos
los frentes. En la capital, Huerta perseguía con gran violencia a todos sus
críticos y opositores: cayeron asesinados los legisladores Belisario Domínquez
y Serapio Rendón, así como numerosos periodistas. Sin embargo, su posición
empeoraba día con día.
En
abril de 1914, con el pretexto de un incidente menor en Tampico, unidades de la
marina estadounidense bloquearon el puerto de Veracruz, lo bombardearon y
procedieron a ocuparlo con sus cuerpos de infantería. Mediante la ocupación del
puerto, el presidente Wilson se proponía impedir la llegada de un gran
cargamento de armas alemanas adquiridas por Huerta, cooperando así a su caída.
Carranza y los constitucionalistas protestaron enérgicamente contra la agresión
estadounidense, al mismo tiempo que rechazaban las insinuaciones de Huerta
sobre una cooperación en contra del invasor. Éste permaneció en Veracruz
durante largos meses, hasta que la mediación internacional del “grupo ABC”
(Argentina, Brasil, Chile) lo convenció de retirarse.
Entre
tanto, las tropas constitucionalistas lograban grandes avances. En julio de
1914 las fuerzas de Obregón expulsaban a los huertistas de Jalisco. Las de
Villa, que arrebataron a Huerta las planicies del norte, se presentaban ante la
posición clave de Zacatecas. Contra las órdenes de Carranza, que no deseaba ver
triunfar al impetuoso Villa, la División del Norte tomó la ciudad por asalto. El 8 de julio de 1914
se firmó el Pacto de Torreón entre Villistas y Carrancistas con el fin de instalar una Convención formada
por representantes de los jefes del Ejército Constitucionalista para convocar a
elecciones generales y así elaborar un
programa de gobierno para México
Huerta
comprendió que ya no podría sostenerse y huyó del país, encargando la
presidencia a Francisco Carbajal. Éste solamente pudo enviar emisarios que
firmaran con Obregón la rendición incondicional en el Tratado de Teoloyucan el
13 de agosto de 1914. Este documento marcó la disolución del régimen
porfirista, ya que su aparato burocrático y militar quedaban completamente
desmantelados y disueltos. Ver Mapa 10.
Mapa
10
5.
La Convención de
Aguascalientes.
En las últimas semanas de la lucha contra
el gobierno huertista surgían las desaveniencias entre los constitucionalistas.
Villa y su División del Norte se consideraban independientes de Carranza
respecto a sus movimientos militares. Zapata y su Ejército Libertador del Sur
nunca se consideraron subordinados del Primer Jefe. En julio de 1914, la
discusión entre Carranza y Villa por la toma de Zacatecas se superó con
endebles acuerdos. En agosto, el Tratado de Teoloyucan estipulaba que la Ciudad
de México sería guarnecida por la fuerzas de Obregón contra los zapatistas.
En el
fondo de estos desacuerdos había algo más que la fuerte personalidad de los
caudillos. El movimiento zapatista representaba las inquietudes tradicionales
de las comunidades agrarias indígenas, deseosas de conservar las tierras y las
formas de organización del trabajo que habían sostenido por siglos. Contaba con
un amplio apoyo de la población rural del estado de Morelos, ya que de hecho se
trataba de una milicia popular surgida en el seno de miles de familias que
habían sido despojadas y explotadas por los hacendados porfirianos.
Villa
y su División del Norte, compuesta principalmente por campesinos y arrieros del
norte, no aceptaba plenamente el Plan de Ayala, pero sí coincidía con Zapata en
dar prioridad al problema de la propiedad de la tierra. Sus fuerzas lo reconocieron
como gobernador de Chihuahua y con ese carácter emitió un “Decreto
de confiscación de bienes de los enemigos de la Revolución”,
que tomaba posesión de las haciendas de los hacendados porfirianos, para
iniciar el reparto de tierras y la conformación de pequeñas propiedades y
cooperativas populares para el desarrollo de la agricultura, la ganadería y
algunas manufacturas. Con base en los productos de estas actividades, la División
del Norte proporcionaba educación, pensiones y alimentos a la gente más
necesitada.
En
cambio, Carranza y las fuerzas que lo apoyaban, acaudilladas por Álvaro
Obregón, representaban más a los ideales
de las clases medias agrarias, y hasta cierto punto, también las urbanas. Para
éstas, la prioridad era el restablecimiento del orden político-constitucional
de la nación. En seguida podrían atenderse las demandas de las clases
trabajadoras, siempre que éstas aceptaran el liderazgo político y el orden legal
defendidos por Carranza. Con el consejo de intelectuales, como Luis Cabrera,
Carranza dictó leyes; como la Agraria del 6 de enero de 1915, que le ganaron el
apoyo de sectores de campesinos y obreros.
Al
desmoronarse el régimen huertista, el enfrentamiento entre las facciones
revolucionarias se hizo inevitable. En octubre de 1914, una Soberana Convención
Revolucionaria, reunió en Aguascalientes a 178 delegados, representantes de
todas las fuerzas armadas revolucionarias y de los gobernadores de los estados.
Esta gran asamblea intentó evitar el choque organizando un gobierno provisional
presidido por Eulalio Gutiérrez. La Convención estuvo sesionando durante casi
un año y produjo un documento titulado “Programa de Reformas Político-Sociales”,
que anticipó algunas de las reivindicaciones que más tarde se convertirían en
principios constitucionales.
En la
cuestión agraria, el Programa postulaba la destrucción
del latifundismo, la promoción de la pequeña propiedad, la devolución o
dotación de ejidos, el fomento crediticio y técnico de la agricultura. Para los
obreros se proponía prevenir la miseria mediante los derechos de
sindicalización y huelga, así como la supresión de las tiendas de raya. Daba gran relevancia al tema de la educación pública,
proponiendo la cooperación entre las
autoridades federales, estatales y municipales, mejorar la remuneración del
profesorado, dar autonomía a la Universidad Nacional, y prioridad a la
instrucción técnica o científica por sobre las “profesiones liberales”. En
lo político, los convencionistas acordaron reformar el sistema judicial,
establecer una democracia
parlamentaria, el sufragio efectivo y el municipio independiente.
Pero
Carranza no aceptó despojarse del poder ejecutivo, como tampoco los debates ni
resolutivos de la Convención. Agotada de ese modo la posibilidad de una
resolución pacífica, se abrieron las hostilidades entre los propios
revolucionarios. Villa y Zapata se adueñaron del centro del país e intentaron
dar forma a una alianza por medio del
Pacto de Xochimilco, en diciembre de 1914. Carranza se refugió en Veracruz,
mientras Obregón y Plutarco Elías Calles iniciaban su campaña contra los
villistas desde Sonora en tanto que Pablo González lo hacía desde el noreste.
La
alianza entre Villa y Zapata resultó inefectiva: sus fuerzas y tácticas no eran
compatibles. La División del Norte no entregó los pertrechos de guerra
prometidos, ni los zapatistas avanzaron sobre Veracruz como originalmente
acordaron. En abril de 1915, Villa y Obregón se enfrentaron en Celaya y otros
lugares de Guanajuato. La victoria de los obregonistas fue completa, causándole
más de diez mil bajas a la División del Norte así como fuertes pérdidas tanto de
armamento como de materiales.
A lo
largo del año, las fuerzas de Obregón y de González recobraron el control de la
mayor parte del territorio nacional, mientras que Villa tenía que refugiarse en
Chihuahua y Zapata en Morelos. Villa se mantuvo en pie de lucha durante años,
causando incluso un grave conflicto con los Estados Unidos que les dio pretexto
para invadir una vez más a nuestro país, esta vez en el estado de Chihuahua.
Carranza consideraba indispensable la eliminación del zapatismo, por lo que
autorizó al Gral. González una terrible y sangrienta persecución. Más de
setenta mil campesinos morelenses fueron asesinados, apresados o tuvieron que
huir, disminuyendo prácticamente en un tercio la población del estado.
6. El Congreso Constituyente y la Constitución de
1917.
Durante 1916 el gobierno de Carranza como
Primer Jefe constitucionalista fue consolidándose, debido a su labor tanto
legal como administrativa, a su habilidad diplomática, y a la sangrienta
represión contra los agraristas y los obreros huelguistas de la Casa del Obrero
Mundial, sometidos a un terrible baño de sangre. Villa provocó un incidente con
los Estados Unidos causándoles algunos daños y asesinatos. El gobierno de W.
Wilson respondió con una expedición de castigo que pasó varios meses en
Chihuahua sin capturar a Villa ni obligar a Carranza a aceptar sus exigencias.
Carranza
convocó a un Congreso que reformara la Constitución de 1857. En realidad,
Carranza sólo quería eliminar la vicepresidencia y fortalecer la autoridad del
Poder Ejecutivo Federal, una reforma política que ya habían propuesto algunos
abogados o intelectuales durante el régimen porfiriano. La XXVI Legislatura o
Congreso Constituyente de Querétaro estuvo compuesta por 240 diputados, en
promedio, bastante jóvenes, pues la mayoría apenas se aproximaba a los cuarenta
años de edad.
El
Congreso no fue tan hostil a Carranza como a veces se cree. El Primer Jefe
logró incluir en él a muchos de sus colaboradores cercanos. Ellos también
contribuyeron a lograr que Carranza
aceptara una constitución diferente a la que había propuesto. Carranza impuso
el presidencialismo en contra del parlamentarismo. Sin embargo, un grupo de
diputados radicales, encabezados por Froylán Manjarréz, Pastor Rouaix y
Francisco J. Múgica, lograron incorporar a la carta magna las reformas que
consideraban indispensables para responder tanto a los intereses como a demandas populares que
habían motivado la revolución.
El
resultado fue la que llamamos Constitución de 1917, que hasta la fecha está en
vigor. En su estructura general, es muy similar a la de 1857: comienza con la
definición y garantía de los derechos individuales: libertad, seguridad,
igualdad, conciencia, expresión; establece que los Estados Unidos Mexicanos son
una república democrática federal con división de poderes (ejecutivo,
legislativo, judicial). Sin embargo, se distingue de la anterior por el claro
predominio del Poder Ejecutivo Federal (presidencialismo) sobre los otros.
El
nuevo código estipula los llamados derechos sociales, entre los que destacan:
el de la educación pública nacionalista, científica, laica y gratuita (art. 3).
El artículo 27 imponía serias limitaciones a la propiedad privada de la tierra
y los recursos naturales de la nación, pues no la consideraba un derecho
“natural” de los individuos, sino una concesión dada por el Estado bajo
condiciones que redundaran en beneficio del pueblo en general. Así, prohibía el
latifundismo y la propiedad del subsuelo por extranjeros. Los límites a la
explotación capitalista del trabajo, consagrando derechos obreros como el de
sindicalización, huelga, salario mínimo remunerador, restricciones al trabajo
de las mujeres y los menores, entre otras disposiciones, eran el tema del
artículo 123.
7. El gobierno de Carranza y la política exterior
La nueva constitución se promulgó el 5 de
febrero de 1917. En mayo, Carranza fue electo presidente constitucional. Debió
sortear las dificultades que el intervencionismo de las potencias extranjeras
enfrascadas en la primera guerra mundial entrañaron para México. Las naciones
industrializadas imperialistas se enfrentaban en el gran conflicto que hoy se
conoce como Primera Guerra Mundial. Desplegaban tácticas de espionaje y
sabotaje político que se extendían mucho más allá de los campos de batalla.
En
especial, el Imperio Alemán intentó crear o agravar conflictos entre los
Estados Unidos y México, con el fin de que aquéllos emplearan su fuerza militar
interviniendo en la revolución mexicana y no en la guerra europea. Se produjo
así el escándalo del “telegrama Zimmerman” en el que el ministro alemán de
asuntos exteriores ordenaba a su embajador en México que insinuara la
posibilidad de un apoyo alemán para que México recuperara los territorios
perdidos en 1848 ante los Estados Unidos, con tal de que México entrara en
guerra contra éstos y de que Alemania lograra ganar la Gran Guerra en Europa.
Pero el servicio secreto británico logró poner al descubierto esta intriga, lo
que sirvió de pretexto para precipitar la declaración de guerra estadounidense
contra Alemania, al tiempo que Carranza y su gobierno negaban cualquier
participación o responsabilidad en el asunto.
El
gobierno de Carranza se vio presionado al mismo tiempo por el gobierno y los
intereses económicos estadounidenses, que querían que se eliminara el
nacionalismo económico de la nueva Constitución, así como por los alemanes, que
perseguían exclusivamente sus fines estratégicos a costa de las dificultades
mexicanas. Carranza mantuvo al país al margen de cualquier alianza con las
potencias beligerantes, y de ese modo logró salvaguardar la soberanía nacional,
pero a costa del casi nulo cumplimiento de la Constitución. Por otra parte
intentó imponer el orden político interno, y para ello persiguió tanto a los
sindicalistas como a los agraristas, hasta lograr la eliminación de Zapata,
asesinado a traición en abril de 1919.
Al
aproximarse las elecciones presidenciales de 1920, Carranza pretendió impulsar
la candidatura de Ignacio Bonillas, diplomático sin poder propio, al que creía
poder manejar. Álvaro Obregón y sus partidarios, conocidos desde entonces como
el grupo sonorense, rechazaron
agriamente la maniobra de Carranza. Se levantaron en armas proclamando el Plan
de Agua Prieta en abril de 1920. La rebelión cundió con facilidad en el norte
del país. Carranza tuvo que abandonar la ciudad con rumbo a Veracruz, pero fue
asesinado en Tlaxcalantongo, Puebla, en mayo de 1920.
Registro-SEP-INDAUTOR 03-2015-01-2310480300-01
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