sábado, 24 de enero de 2015

Unidad VI: El Movimiento Revolucionario de 1910 a 1920.



1. La Revolución Maderista y los Tratados de Ciudad Juárez.
Tras ser liberado, Madero se refugió un tiempo en los Estados Unidos para preparar un levantamiento armado. En su Plan de San Luis llamó al pueblo a rebelarse contra los abusos dictatoriales de Díaz, desconociendo su autoridad, exactamente a partir del 20 de noviembre de 1910 a las 18:00 horas. Para atraerse el apoyo de los campesinos, el artículo 3º. del Plan prometía la revisión de los despojos ilegales de tierras y en su caso la restitución o alguna indemnización a sus legítimos dueños.
A finales de 1910 comenzaron a surgir los levantamientos, principalmente los que dirigían Emiliano Zapata en Morelos, así como Francisco Villa y Pascual Orozco en la frontera norte. En mayo de 1911, el importante nudo ferroviario de Ciudad Juárez cayó en poder de los maderistas. El Gral. Díaz, ya fuertemente presionado a renunciar por sus propios partidarios, envió representantes a parlamentar con Madero. En el Tratado de Ciudad Juárez, Madero aceptaba deponer las armas y disolver sus tropas a cambio de la renuncia de Díaz y la organización de nuevas elecciones: quedaba como presidente provisional Francisco León de la Barra. Entre las filas maderistas hubo desconcierto e inconformidad tanto por el hecho de que se confiara al mismo ejército porfirista el mantenimiento del orden como por la renuncia expresa de Madero a cumplir con su ofrecimiento de reforma agraria.
Bajo el mando de León de la Barra se celebraron nuevas elecciones en las que Madero triunfó con facilidad.

2. El gobierno de Madero y los movimientos de oposición.
Pese a la amplitud y relativa facilidad de su victoria electoral, la autoridad del presidente Madero resultó endeble. Algunos de sus colaboradores o partidarios, como Luis Cabrera y Venustiano Carranza, le habían advertido sobre la inconveniencia de tratar de gobernar con los mismos burócratas y militares que por tanto tiempo habían servido al régimen porfiriano: ellos no tendrían ningún interés en cambiar la situación del país y tampoco lealtad para con el nuevo presidente.
Rápidamente, la situación de Madero en la presidencia se hizo incómoda debido a la hostilidad de:
a) el ejército y la burocracia porfiristas, bajo sus órdenes,
b) la de las clases dominantes, temerosas de que se aplicara la reforma agraria;
c) la de los agraristas de Morelos, que se decepcionaron rápidamente al ver que no se aplicaba con prontitud dicha reforma;
d) la de los Estados Unidos; que reaccionaron con gran violencia ente los intentos de Madero por moderar la explotación de los recursos mineros y petroleros de nuestro país, cobrándoles impuestos que antes no pagaban.
El embajador de los Estados Unidos, Henry Lane Wilson, no solo defendía enérgicamente los intereses económicos de sus compatriotas en México, sino que se convirtió en enemigo personal del presidente Madero, por lo que se propuso obligarlo a dejar el poder, sin importar que para ello tuviera que abusar y distorsionar por completo su misión diplomática en nuestro país.
Madero mostró un respeto absoluto a la libertad de prensa, pero irónicamente esa conducta terminó por perjudicarle, ya que la mayoría de los periódicos publicaban críticas y ataques muy fuertes contra su gestión presidencial. Por el lado de las fuerzas conservadoras, surgió un Partido Católico, que al principio apoyó la candidatura presidencial de Madero, pero posteriormente se dividió y muchos de sus militantes terminaron por manifestarse en contra del presidente demócrata.
Desde noviembre de 1911, los zapatistas proclamaron el Plan de Ayala, en el que se denunciaba a Madero como traidor a la revolución, se reiniciaba la lucha armada y se anunciaba una reforma agraria inmediata y sin formalidades jurídicas. Atacado por tantos frentes, la situación de Madero en la presidencia empeoraba día con día.

3. La Decena Trágica, el gobierno Huertista y el Plan de Guadalupe.
En febrero de 1913, Bernardo Reyes, Félix Díaz, sobrino del expresidente,  y otros generales porfiristas se levantaron en armas en la propia capital del país. Se conoce a este episodio como la “decena trágica”, ya que durante diez días la población estuvo expuesta a fuertes combates en las zonas céntricas de la ciudad de México. El Gral. Reyes murió en los primeros momentos de combate, al intentar sin éxito la toma del Palacio Nacional. Sin embargo, los generales Díaz y Manuel Mondragón sostuvieron la lucha, con el propósito ostensible de obligar a Madero a dejar la presidencia.
            Madero confió el mando de las tropas gobiernistas al Gral. Victoriano Huerta, que había demostrado alta capacidad bajo el régimen porfiriano, pero de quien se sospechaba que podría estar negociando acuerdos con los militares sublevados.
El embajador estadounidense Wilson era el mayor enemigo de Madero. Al ver que los militares no lograban la caída inmediata del presidente, Wilson acordó el llamado “Pacto de la Embajada” con el comandante de las tropas del gobierno, Victoriano Huerta, para que traicionara a Madero, poniéndolo preso y obligándolo a renunciar. Así lo hizo, y por la fuerza despojó de sus cargos tanto a Madero como al vicepresidente Pino Suárez.
Con arreglo al texto constitucional, en ausencia del presidente y el vicepresidente, correspondía la titularidad del Poder Ejecutivo al secretario de relaciones exteriores Pedro Lascuráin. Éste ocupó la primera magistratura apenas los minutos necesarios para ceder la presidencia al Gral. Huerta. Una vez que entregaron sus renuncias, el ex-presidente Madero y su ex-vicepresidente Pino Suárez fueron asesinados en la Cd. de México el  22 de febrero de 1913, por órdenes del militar que ocupaba la jefatura de estado a través de una maniobra tan legal en apariencia como ilegítima en la realidad.

4. El Constitucionalismo y el movimiento zapatista.
Las potencias europeas, las clases dominantes, el ejército, la burocracia y la clase media porfirista respaldaron al nuevo gobierno. En cambio, los zapatistas, y las fuerzas maderistas del norte de la República, se dispusieron a reanudar la lucha con mayor fuerza que antes. Para su sorpresa, Huerta no pudo contar con el apoyo de los Estados Unidos, ya que el nuevo presidente, Woodrow Wilson, desaprobó por completo la gestión del embajador Henry Lane Wilson; razón por la que lo retiró de México. Huerta no fue reconocido y por lo tanto no tuvo relaciones diplomáticas ni cooperación alguna de los estadounidenses.
Venustiano Carranza, antiguo senador porfirista, y ahora gobernador de Coahuila, convocó de nuevo al levantamiento armado en su Plan de Guadalupe (marzo de 1913), que desconocía a Huerta y a todas las autoridades que lo obedecieran. Se exigía el restablecimiento de la Constitución de 1857: Carranza se proclamaba como Primer Jefe del Ejército constitucionalista, prometiendo convocar a nuevas elecciones generales tan pronto como su movimiento hubiera triunfado militarmente.
La respuesta al llamado de  Carranza fue amplia entre las clases medias y trabajadoras rurales del norte del país. El ejército constitucionalista pudo articularse en tres grandes divisiones: la de Álvaro Obregón; en Sonora y Sinaloa, la de Francisco Villa en Chihuahua y Durango,  y la de Pablo González en Nuevo León y Tamaulipas. Por su parte, tanto Emiliano Zapata como su Ejército Libertador del Sur rechazaron toda negociación propuesta por los huertistas, y continuaron su alzamiento en Morelos.
El Plan de Ayala, obra del profesor Otilio Montaño, expresaba la completa desesperación de los campesinos contra los procedimientos jurídicos con los que tanto tiempo se les engañó y despojó de las tierras. Por tal motivo, en dicho Plan se postulaba que los pueblos despojados recuperarían de inmediato la posesión de sus terrenos sin necesidad de acudir a tribunales: además, se expropiaría a los hacendados de la tercera parte de sus propiedades, o de la totalidad de la hacienda si es que se oponían al Plan, para dotar de tierras a los campesinos desposeídos. Zapata creía que la aplicación de este documento resolvería el problema agrario en todo el país.
A finales de 1913 y principios de 1914, los constitucionalistas obtenían una victoria tras otra y hacían retroceder al ejército federal huertista en todos los frentes. En la capital, Huerta perseguía con gran violencia a todos sus críticos y opositores: cayeron asesinados los legisladores Belisario Domínquez y Serapio Rendón, así como numerosos periodistas. Sin embargo, su posición empeoraba día con día.
En abril de 1914, con el pretexto de un incidente menor en Tampico, unidades de la marina estadounidense bloquearon el puerto de Veracruz, lo bombardearon y procedieron a ocuparlo con sus cuerpos de infantería. Mediante la ocupación del puerto, el presidente Wilson se proponía impedir la llegada de un gran cargamento de armas alemanas adquiridas por Huerta, cooperando así a su caída. Carranza y los constitucionalistas protestaron enérgicamente contra la agresión estadounidense, al mismo tiempo que rechazaban las insinuaciones de Huerta sobre una cooperación en contra del invasor. Éste permaneció en Veracruz durante largos meses, hasta que la mediación internacional del “grupo ABC” (Argentina, Brasil, Chile) lo convenció de retirarse.
Entre tanto, las tropas constitucionalistas lograban grandes avances. En julio de 1914 las fuerzas de Obregón expulsaban a los huertistas de Jalisco. Las de Villa, que arrebataron a Huerta las planicies del norte, se presentaban ante la posición clave de Zacatecas. Contra las órdenes de Carranza, que no deseaba ver triunfar al impetuoso Villa, la División del Norte tomó la ciudad por asalto. El 8 de julio de 1914 se firmó el Pacto de Torreón entre Villistas y Carrancistas con el fin de instalar una Convención formada por representantes de los jefes del Ejército Constitucionalista para convocar a elecciones generales y así  elaborar un programa de gobierno para México
Huerta comprendió que ya no podría sostenerse y huyó del país, encargando la presidencia a Francisco Carbajal. Éste solamente pudo enviar emisarios que firmaran con Obregón la rendición incondicional en el Tratado de Teoloyucan el 13 de agosto de 1914. Este documento marcó la disolución del régimen porfirista, ya que su aparato burocrático y militar quedaban completamente desmantelados y disueltos. Ver Mapa 10.

Mapa 10


5. La Convención de Aguascalientes.
En las últimas semanas de la lucha contra el gobierno huertista surgían las desaveniencias entre los constitucionalistas. Villa y su División del Norte se consideraban independientes de Carranza respecto a sus movimientos militares. Zapata y su Ejército Libertador del Sur nunca se consideraron subordinados del Primer Jefe. En julio de 1914, la discusión entre Carranza y Villa por la toma de Zacatecas se superó con endebles acuerdos. En agosto, el Tratado de Teoloyucan estipulaba que la Ciudad de México sería guarnecida por la fuerzas de Obregón contra los zapatistas.
En el fondo de estos desacuerdos había algo más que la fuerte personalidad de los caudillos. El movimiento zapatista representaba las inquietudes tradicionales de las comunidades agrarias indígenas, deseosas de conservar las tierras y las formas de organización del trabajo que habían sostenido por siglos. Contaba con un amplio apoyo de la población rural del estado de Morelos, ya que de hecho se trataba de una milicia popular surgida en el seno de miles de familias que habían sido despojadas y explotadas por los hacendados porfirianos.
Villa y su División del Norte, compuesta principalmente por campesinos y arrieros del norte, no aceptaba plenamente el Plan de Ayala, pero sí coincidía con Zapata en dar prioridad al problema de la propiedad de la tierra. Sus fuerzas lo reconocieron como gobernador de Chihuahua y con ese carácter emitió un “Decreto de confiscación de bienes de los enemigos de la Revolución”, que tomaba posesión de las haciendas de los hacendados porfirianos, para iniciar el reparto de tierras y la conformación de pequeñas propiedades y cooperativas populares para el desarrollo de la agricultura, la ganadería y algunas manufacturas. Con base en los productos de estas actividades, la División del Norte proporcionaba educación, pensiones y alimentos a la gente más necesitada.
En cambio, Carranza y las fuerzas que lo apoyaban, acaudilladas por Álvaro Obregón, representaban más  a los ideales de las clases medias agrarias, y hasta cierto punto, también las urbanas. Para éstas, la prioridad era el restablecimiento del orden político-constitucional de la nación. En seguida podrían atenderse las demandas de las clases trabajadoras, siempre que éstas aceptaran el liderazgo político y el orden legal defendidos por Carranza. Con el consejo de intelectuales, como Luis Cabrera, Carranza dictó leyes; como la Agraria del 6 de enero de 1915, que le ganaron el apoyo de sectores de campesinos y obreros.
Al desmoronarse el régimen huertista, el enfrentamiento entre las facciones revolucionarias se hizo inevitable. En octubre de 1914, una Soberana Convención Revolucionaria, reunió en Aguascalientes a 178 delegados, representantes de todas las fuerzas armadas revolucionarias y de los gobernadores de los estados. Esta gran asamblea intentó evitar el choque organizando un gobierno provisional presidido por Eulalio Gutiérrez. La Convención estuvo sesionando durante casi un año y produjo un documento titulado “Programa de Reformas Político-Sociales”, que anticipó algunas de las reivindicaciones que más tarde se convertirían en principios constitucionales.
En la cuestión agraria, el Programa postulaba la destrucción del latifundismo, la promoción de la pequeña propiedad, la devolución o dotación de ejidos, el fomento crediticio y técnico de la agricultura. Para los obreros se proponía prevenir la miseria mediante los derechos de sindicalización y huelga, así como la supresión de las tiendas de raya. Daba gran relevancia al tema de la educación pública, proponiendo la cooperación entre las autoridades federales, estatales y municipales, mejorar la remuneración del profesorado, dar autonomía a la Universidad Nacional, y prioridad a la instrucción técnica o científica por sobre las “profesiones liberales”. En lo político, los convencionistas acordaron reformar el sistema judicial, establecer una democracia parlamentaria, el sufragio efectivo y el municipio independiente.
Pero Carranza no aceptó despojarse del poder ejecutivo, como tampoco los debates ni resolutivos de la Convención. Agotada de ese modo la posibilidad de una resolución pacífica, se abrieron las hostilidades entre los propios revolucionarios. Villa y Zapata se adueñaron del centro del país e intentaron dar forma a una alianza  por medio del Pacto de Xochimilco, en diciembre de 1914. Carranza se refugió en Veracruz, mientras Obregón y Plutarco Elías Calles iniciaban su campaña contra los villistas desde Sonora en tanto que Pablo González lo hacía desde el noreste.
La alianza entre Villa y Zapata resultó inefectiva: sus fuerzas y tácticas no eran compatibles. La División del Norte no entregó los pertrechos de guerra prometidos, ni los zapatistas avanzaron sobre Veracruz como originalmente acordaron. En abril de 1915, Villa y Obregón se enfrentaron en Celaya y otros lugares de Guanajuato. La victoria de los obregonistas fue completa, causándole más de diez mil bajas a la División del Norte así como fuertes pérdidas tanto de armamento como de materiales.
A lo largo del año, las fuerzas de Obregón y de González recobraron el control de la mayor parte del territorio nacional, mientras que Villa tenía que refugiarse en Chihuahua y Zapata en Morelos. Villa se mantuvo en pie de lucha durante años, causando incluso un grave conflicto con los Estados Unidos que les dio pretexto para invadir una vez más a nuestro país, esta vez en el estado de Chihuahua. Carranza consideraba indispensable la eliminación del zapatismo, por lo que autorizó al Gral. González una terrible y sangrienta persecución. Más de setenta mil campesinos morelenses fueron asesinados, apresados o tuvieron que huir, disminuyendo prácticamente en un tercio la población del estado.

6. El Congreso Constituyente y la Constitución de 1917.
Durante 1916 el gobierno de Carranza como Primer Jefe constitucionalista fue consolidándose, debido a su labor tanto legal como administrativa, a su habilidad diplomática, y a la sangrienta represión contra los agraristas y los obreros huelguistas de la Casa del Obrero Mundial, sometidos a un terrible baño de sangre. Villa provocó un incidente con los Estados Unidos causándoles algunos daños y asesinatos. El gobierno de W. Wilson respondió con una expedición de castigo que pasó varios meses en Chihuahua sin capturar a Villa ni obligar a Carranza a aceptar sus exigencias.
Carranza convocó a un Congreso que reformara la Constitución de 1857. En realidad, Carranza sólo quería eliminar la vicepresidencia y fortalecer la autoridad del Poder Ejecutivo Federal, una reforma política que ya habían propuesto algunos abogados o intelectuales durante el régimen porfiriano. La XXVI Legislatura o Congreso Constituyente de Querétaro estuvo compuesta por 240 diputados, en promedio, bastante jóvenes, pues la mayoría apenas se aproximaba a los cuarenta años de edad.
El Congreso no fue tan hostil a Carranza como a veces se cree. El Primer Jefe logró incluir en él a muchos de sus colaboradores cercanos. Ellos también contribuyeron a lograr que  Carranza aceptara una constitución diferente a la que había propuesto. Carranza impuso el presidencialismo en contra del parlamentarismo. Sin embargo, un grupo de diputados radicales, encabezados por Froylán Manjarréz, Pastor Rouaix y Francisco J. Múgica, lograron incorporar a la carta magna las reformas que consideraban indispensables para responder tanto  a los intereses como a demandas populares que habían motivado la revolución.
El resultado fue la que llamamos Constitución de 1917, que hasta la fecha está en vigor. En su estructura general, es muy similar a la de 1857: comienza con la definición y garantía de los derechos individuales: libertad, seguridad, igualdad, conciencia, expresión; establece que los Estados Unidos Mexicanos son una república democrática federal con división de poderes (ejecutivo, legislativo, judicial). Sin embargo, se distingue de la anterior por el claro predominio del Poder Ejecutivo Federal (presidencialismo) sobre los otros.
El nuevo código estipula los llamados derechos sociales, entre los que destacan: el de la educación pública nacionalista, científica, laica y gratuita (art. 3). El artículo 27 imponía serias limitaciones a la propiedad privada de la tierra y los recursos naturales de la nación, pues no la consideraba un derecho “natural” de los individuos, sino una concesión dada por el Estado bajo condiciones que redundaran en beneficio del pueblo en general. Así, prohibía el latifundismo y la propiedad del subsuelo por extranjeros. Los límites a la explotación capitalista del trabajo, consagrando derechos obreros como el de sindicalización, huelga, salario mínimo remunerador, restricciones al trabajo de las mujeres y los menores, entre otras disposiciones, eran el tema del artículo 123.

7. El gobierno de Carranza y la política exterior
La nueva constitución se promulgó el 5 de febrero de 1917. En mayo, Carranza fue electo presidente constitucional. Debió sortear las dificultades que el intervencionismo de las potencias extranjeras enfrascadas en la primera guerra mundial entrañaron para México. Las naciones industrializadas imperialistas se enfrentaban en el gran conflicto que hoy se conoce como Primera Guerra Mundial. Desplegaban tácticas de espionaje y sabotaje político que se extendían mucho más allá de los campos de batalla.
En especial, el Imperio Alemán intentó crear o agravar conflictos entre los Estados Unidos y México, con el fin de que aquéllos emplearan su fuerza militar interviniendo en la revolución mexicana y no en la guerra europea. Se produjo así el escándalo del “telegrama Zimmerman” en el que el ministro alemán de asuntos exteriores ordenaba a su embajador en México que insinuara la posibilidad de un apoyo alemán para que México recuperara los territorios perdidos en 1848 ante los Estados Unidos, con tal de que México entrara en guerra contra éstos y de que Alemania lograra ganar la Gran Guerra en Europa. Pero el servicio secreto británico logró poner al descubierto esta intriga, lo que sirvió de pretexto para precipitar la declaración de guerra estadounidense contra Alemania, al tiempo que Carranza y su gobierno negaban cualquier participación o responsabilidad en el asunto.
El gobierno de Carranza se vio presionado al mismo tiempo por el gobierno y los intereses económicos estadounidenses, que querían que se eliminara el nacionalismo económico de la nueva Constitución, así como por los alemanes, que perseguían exclusivamente sus fines estratégicos a costa de las dificultades mexicanas. Carranza mantuvo al país al margen de cualquier alianza con las potencias beligerantes, y de ese modo logró salvaguardar la soberanía nacional, pero a costa del casi nulo cumplimiento de la Constitución. Por otra parte intentó imponer el orden político interno, y para ello persiguió tanto a los sindicalistas como a los agraristas, hasta lograr la eliminación de Zapata, asesinado a traición en abril de 1919.
Al aproximarse las elecciones presidenciales de 1920, Carranza pretendió impulsar la candidatura de Ignacio Bonillas, diplomático sin poder propio, al que creía poder manejar. Álvaro Obregón y sus partidarios, conocidos desde entonces como el grupo sonorense, rechazaron agriamente la maniobra de Carranza. Se levantaron en armas proclamando el Plan de Agua Prieta en abril de 1920. La rebelión cundió con facilidad en el norte del país. Carranza tuvo que abandonar la ciudad con rumbo a Veracruz, pero fue asesinado en Tlaxcalantongo, Puebla, en mayo de 1920.


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